Todos los que nos consideramos amantes del deporte queremos encontrar esa combinación perfecta entre dieta y entrenamiento para progresar lo máximo posible en nuestras respectivas modalidades deportivas. En este caso hablaré de la dieta, y es que no todo son hidratos de carbono, proteínas o grasas. Es más, tampoco me estoy refiriendo a los micronutrientes (como pueden ser las vitaminas y los minerales). En el diseño de nuestras dietas solemos prestar gran atención a los macronutrientes, en caso de que dejemos que nos la diseñe un profesional (la mejor opción), también equilibrará nuestra ingesta de micronutrientes para obtener beneficios, sin embargo, aunque no suela mencionarse en el diseño de estas dietas, ¿qué pasa con el alcohol que ingerimos?

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En la sociedad actual, el alcohol es uno de los grandes protagonistas del mercado, y es que al tradicional problema del abuso del alcohol de los varones de edad media, ahora se han sumado las mujeres y los adolescentes que copian los modelos de comportamiento de las personas adultas. Quizás el fácil acceso a las bebidas alcohólicas debido a su inclusión dentro de las drogas permitidas sea una de las razones por las que la ingesta de estos productos es cada vez mayor, o quizás que su precio sea cada vez menor, lo que está claro es que la crisis no afecta en este campo, y es que en un país en el que puede ser más barato un vicio como el alcohol que un balón de cualquier deporte, algo está fallando.

Por otro lado, y en esta ocasión sí que me siento orgulloso de este dato, cada vez hay más población que practica deporte, habiendo una gran variedad de motivos para la práctica deportiva. En esta línea de pensamiento, es muy probable que muchas de estas personas que se están iniciando en el deporte consuman alcohol, aunque sea de forma esporádica, y quizás se pregunten por qué no mejoran en sus respectivos deportes si están siguiendo a la perfección la dieta que les mandó su nutricionista y los ejercicios recomendados por su entrenador, pues quizás las respuesta esté en el alcohol.

Tras esta exposición de hechos, me dispongo a desarrollar este artículo en el que hablaré principalmente de la influencia que tiene la ingesta de alcohol en nuestro rendimiento deportivo y, además, comentaré un caso específico como es el de la cerveza.

Influencia del alcohol en el rendimiento deportivo

En primer lugar me gustaría señalar que en este artículo no voy a comentar los riesgos y problemas que pude generar el consumo de alcohol en nuestra salud, de eso podéis encontrar muchísima información en otros sitios, información que considero importante y que os animo a que adquiráis. Esos problemas ya están más que claros, sin embargo los perjuicios que puede acarrear el consumo de alcohol en nuestro rendimiento deportivo no son tan conocidos, incluso pudiendo llegar al extremo de escuchar comentarios de personas que atribuyen algunos efectos beneficiosos del alcohol en la práctica deportiva: mitos, y a continuación explicaré el por qué.

Para seguir un orden lógico, clasificaré la lista de efectos del alcohol del ejercicio según la capacidad física en la que influyan, enumerando así los efectos sobre la capacidad de fuerza y de resistencia principalmente, y además enumeraré algunos efectos que no afectan a una capacidad concreta, sino al organismo en general.

Efectos del alcohol sobre la capacidad de fuerza:

  1. Disminuye la fuerza de agarre y la potencia en el salto vertical.
  2. Sin embargo, si la ingesta no es inmediata, la resaca no afecta al rendimiento en la capacidad de fuerza y potencia.

Efectos del alcohol sobre la capacidad de resistencia y velocidad:

  1. Acelera la llegada de la fatiga, sobre todo en ejercicios de alta intensidad.
  2. Debido al efecto deshidratador del alcohol afecta al rendimiento en los deportes cíclicos, sobre todo en ambientes cálidos.
  3. Por tanto, disminuye el rendimiento en todas las pruebas de deportes cíclicos.
  4. Al contrario que en la fuerza, la resaca también disminuye el rendimiento en resistencia.

Efectos del alcohol sobre equilibrio y la precisión:

  1. Incrementa los temblores en las manos.
  2. Disminuye la estabilidad y la capacidad de mantenernos en equilibrio.
  3. Afecta negativamente a las habilidades finas (como pueden ser la precisión o la coordinación ojo-mano).

Efectos del alcohol sobre el organismo en general:

  1. Existe la creencia de que el alcohol nos ayuda a calentar cuando realizamos deportes en climas fríos (por ejemplo deportes de montaña). No es más que un mito, de hecho, el alcohol favorece el enfriamiento y aumenta el riesgo de hipotermia en este tipo de climas. Al sentir frío el organismo pone en marcha un sistema de defensa que consisten en estrechar los vasos sanguíneos para que la sangre circule más lenta y se concentra en el pecho y la cabeza (órganos vitales), de ahí que sintamos frío en las extremidades. El alcohol es un vasodilatador, va a ensanchar los vasos sanguíneos haciendo que la sangre fluya hacia las extremidades, provocando una falsa sensación de calor y aumentando así el riesgo de hipotermia.
  2. Tras la realización del ejercicio físico, los efectos perjudiciales del alcohol sobre el organismo se acentúan, puesto que nuestro cuerpo se encuentra en un estado de deshidratación y falta de nutrientes, lo que hace que el alcohol se absorba más rápido, y de nuevo por su efecto deshidratador, influirá en la recuperación, ya que dificultará la rehidratación del organismo y la absorción de otros nutrientes como los hidratos de carbono. Además, también dificultará la recomposición del tejido muscular dañado, ya que para repararlo es necesaria una vasoconstricción para que la sangre se acumule en las zonas dañadas, y recordemos que el alcohol es un vasodilatador.
  3. Se han realizado varios estudios al respecto en los que los sujetos fueron sometidos a una gran dosis de etanol (1.75g/ kg de peso corporal) y se midieron los cambios en los niveles de testosterona y de cortisol tras 12 y 24 horas de su consumo.
    • Aumento de los niveles de cortisol de hasta un 36%
    • Disminución máxima del 23 % en los niveles séricos de testosterona (media en torno a -6,8 % en los niveles de testosterona en suero).

    Teniendo en cuenta los estudios de investigación que vinculan el aumento de los niveles de cortisol con la acumulación y retención de la grasa abdominal, junto con el hecho de que muchos bebedores rara vez tardan más de 24 horas en repetir desde su última copa, es probable que un constante estado de desequilibrio hormonal se asocie con el aumento de peso poco saludable.

    Todos estos efectos comienzan a darse con dosis moderadas de alcohol en sangre, a partir de los 0,02 g/dl, ya pueden comenzar a ocurrir estos efectos perjudiciales.

El alcohol y hormona del crecimiento

Un problema importante con el consumo de alcohol tiene que ver con sus efectos sobre la liberación de la hormona del crecimiento. La hormona del crecimiento es la sustancia en el cuerpo que juega un papel muy importante en la regeneración, la reproducción y el crecimiento de los tejidos del organismo. Cuando los niveles de esta hormona son bajos, el desarrollo muscular no se llevará a cabo de forma óptima. La hormona del crecimiento es secretada principalmente durante las primeras horas de sueño en la noche y el alcohol tiende a interrumpir los ritmos naturales del sueño que se producen, por lo que se reducirá la cantidad de hormona de crecimiento liberada. Esta disminución puede ser de hasta un 70%, por lo que realmente va a producirse un cortocircuito en tu progreso.

El alcohol y la testosterona

El siguiente factor a considerar es el efecto del alcohol sobre la testosterona. Como ya sabemos, la testosterona es otra hormona asociada con el crecimiento del músculo y es la razón por la cual los hombres tienen mucha más masa muscular que las mujeres. Cuando se consume alcohol, se produce una sustancia tóxica en el hígado y que disminuye la concentración de testosterona en el cuerpo, resultando en una disminución del desarrollo muscular.

El alcohol y la recuperación

Otra área donde el alcohol afecta de forma negativa es en el proceso de recuperación muscular. Puesto que el alcohol es una toxina en el cuerpo, la energía se va a emplear en eliminar del sistema esa toxina y para recuperarse de los efectos negativos que ha tenido en los tejidos. Dado que esto lleva tiempo y las reservas de energía son limitadas, el cuerpo no tendrás la energía necesaria para recuperarse de los entrenamientos, por lo tanto no podrás entrenar de forma óptima en tu próxima sesión en el gimnasio.

El alcohol y la deshidratación

La deshidratación es otro tema que tiene que tienes que tener en cuenta si decides tomar alcohol mientras entrenas y tratas de construir el músculo. Puesto que el alcohol actúa como un diurético en el cuerpo, a menos que estés seguro de remplazar el exceso de líquido con agua u otra bebida no alcohólica que no contenga cafeína, el saldo natural de agua se verá afectado. La deshidratación tiene una serie de efectos negativos sobre el cuerpo, desde la sensación de fatiga que causa bajo rendimiento físico, promover la sensación de apetito (lo cual es especialmente problemático mientras se está a dieta), e interrumpir la capacidad de las células musculares para producir ATP (que es tu principal fuente de energía muscular).

Según un estudio del Centro de Investigación en Ciencias del Movimiento Humano (Cimohu) de la estatal Universidad de Costa Rica (UCR), la cerveza regular no es una buena elección después de hacer deporte, porque no ayuda en la recuperación del líquido perdido, todo lo contrario al ser diurético nos deshidrataría. Este nuevo análisis contradice otras investigaciones que se han divulgado en los últimos años en los medios de comunicación internacionales.

El alcohol y la síntesis de glucógeno

Aparte de la energía ATP, la siguiente fuente de energía requerida para llevar a cabo  el trabajo muscular es el glucógeno muscular. Lamentablemente, cuando se consumen bebidas alcohólicas, la síntesis de alcohol tendrá prioridad sobre la síntesis de glucógeno dando lugar a una disminución en las reservas de las células musculares. Cuando hagas tu próxima sesión de ejercicios, tu cuerpo tendrá menos energía para funcionar y no podrás trabajar duro en el gimnasio.

El alcohol y la síntesis proteica

La idea básica del estudio fue sencilla. Pusierón un entrenamiento bastante riguroso a un grupo de voluntarios no entrenados( que era una mezcla de pesos ,  ciclismo, y sprints de alta intensidad, diseñados para simular las exigencias de un partido – deporte de equipo )Tres veces en semana. Después de dos de los ensayos , le dierón post ejercicio una  «óptima» nutrición : 25 gramos de proteínas , una comida rica en carbohidratos dos horas más tarde , y otros 25 gramos de proteína cuatro horas mas tarde. Durante este período de recuperación , les obligaron a beber, ya sea placebo o control, contenia un total de 1,5 gramos de alcohol por cada kilogramo de peso corporal. En un tercer ensayo , les dan alcohol, para reemplazarlo por la proteína con carbohidratos.

Lo que hace hace este estudio tan bueno es que miraban directamente a los músculos para observar lo que estaba sucediendo. Eso significa que cada uno de los tres ensayos incluyeron tres biopsias musculares y 17 muestras de sangre.  Hay una gran cantidad de resultados , pero la conclusión es que la síntesis de proteínas muscular: la cantidad de músculo que se esta construyendo para reparar los daños causados ​​por el ejercicio y construir un músculo más grande / más fuerte y nuevo, SE SUPRIMIÓ POR COMPLETO.

alcohol

No es sorprendente que el valor pre – ejercicio es la más baja , y la óptima (post- ejercicio, nada de alcohol )  es el más alto. En el medio, tienes los dos ensayos con el alcohol . El alcohol , más proteína es mejor que el alcohol  más carbohidratos , pero no tan bueno como con proteína sola . Esto simplemente muestra que si se haces ejercicio y después decides beber 1,5 g / kg de alcohol , las señales que normalmente indican al cuerpo para adaptarse y hacerse más fuerte se suprimen inmediatamente.

Estudio

Los resultados no vienen como una gran sorpresa. Por ejemplo , hace unos años, los investigadores de la Universidad de Massey en Nueva Zelanda publicó una serie de estudios que muestran que la recuperación del dolor muscular de aparición tardía se ve obstaculizada por el alcohol.

El alcohol y la capacidad aeróbica

Si no estás tan preocupado con tus niveles de fuerza, debes saber que incluso cuando se trata de actividades aeróbicas, el alcohol afecta al rendimiento. En este caso, el alcohol puede causar un aumento en la presión sanguínea en todo el cuerpo y un correspondiente incremento en el ritmo cardíaco. Debido a que tu corazón ya estará trabajando a un ritmo mayor durante las actividades aeróbicas, el estrés adicional del alcohol únicamente amplificará el ritmo cardíaco y provocará que el ejercicio sea más difícil de lo que debería.

El alcohol y la grasa corporal

Finalmente, el último número que rodea el consumo de alcohol es que contiene calorías vacías. Por lo general, las bebidas alcohólicas tienen un escaso aporte nutritivo. Las calorías vacías suelen incluir elevadas proporciones de carbohidratos de absorción rápida como los mono y disacáridos y grasas poco saludables como grasas trans y saturadas

La cerveza y el deporte

A continuación analizaré un caso específico y real del efecto de una bebida alcohólica sobre el organismo cuando la tomamos inmediatamente después de realizar nuestro entrenamiento. Estoy hablando de la cerveza, y es que hay muchísimas personas que recomiendan la ingesta de esta bebida tras la práctica deportiva afirmando que favorece los mecanismos de recuperación, actuación que se ha extendido mucho entre los deportistas. ¿Cuánto de cierto hay en esa afirmación? Me basaré en la tesis doctoral de Cervantes Borunda, M.S.

En dicha tesis se sometía a los sujetos a una prueba física, tras la cual, a un grupo se le administraba agua, y al otro agua y cerveza (660 ml), realizando la ingesta de estos líquidos durante un tiempo total de 2 horas.

En cuanto a la rehidratación tras la práctica deportiva, en dicha tesis se comprueba que no hay diferencias significativas en si se realiza sólo con agua, o mezclando agua y cerveza, siempre que se realice poco a poco, en un total de 2 horas tras el ejercicio. Sin embargo, como dije antes, el alcohol produce deshidratación, por tanto, la hidratación sólo con agua es más efectiva. La solución a esta contradicción es que la cerveza tiene un sabor apetecible, lo facilita que se ingiera más líquido, y así se iguale al nivel de rehidratación producido por el agua.

Hasta aquí parece no haber un problema mayor en la ingesta de cerveza tras el ejercicio físico. Es más, es cierto que la cerveza tiene un efecto antioxidante, además de ciertos carbohidratos, como las maltodextrinas, que van a facilitar la recuperación muscular.

En definitiva, nos encontramos, en líneas generales con 2 efectos positivos de la ingesta de cerveza tras el ejercicio que no tiene el agua (el sabor y la recuperación muscular) y 1 efecto negativo que tampoco presenta el agua (el alcohol). En mi opinión, la solución es sencilla, pues las cervezas sin alcohol tienen la misma composición que la cerveza con alcohol excepto un nutriente: el alcohol. Por tanto, la rehidratación con cerveza sin alcohol va a ser mucho más eficiente que con la cerveza con alcohol o solo con agua.

La cerveza se elabora, fundamentalmente, a partir de la fermentación de cereales. Esto significa que puede tener algunas substancias benéficas para la salud. Nos referiremos, por ejemplo, al complejo vitamínico B -regulador del metabolismo y la reparación celular-, al silicio -participante en la formación de tejido óseo-, y a los polifenoles -antiinflamatorios naturales-. Pero claro, nos estamos refiriendo a una fermentación alcohólica que, aunque con bajos niveles de alcohol (4-6%), va a tener un efecto directo sobre la cognición, el control motor y, lo más importante y pensando en el ejercicio, la diuresis. Así, cualquier bebida alcohólica, además de proveer de calorías de nulo valor nutritivo -lo que va a generar inevitablemente sobrepeso por acúmulo excesivo de grasa-, tiene el inconveniente de favorecer una mayor eliminación de líquido por la orina, lo que no garantizará una correcta rehidratación, al ser altamende diuretica (¿porque cuando alguien bebe cerveza, se crean ganas enromes de orinar?). Alternativamente, podríamos referirnos a la cerveza sin alcohol, pero claro, ahí dejaría de tener su gracia el tema porque no sé yo si los Beer Runners estarían por la labor de beber cerveza sin alcohol… Habrá que preguntarles. En cualquier caso, una cosa es cierta: todas esas substancias pueden obtenerse a través de la ingesta de más alimentos o bebidas que la propia cerveza o, dicho de otro modo, no son exclusividad de la amarga bebida por excelencia. Es por esto que este énfasis en la utilización de cerveza como recuperador post-ejercicio me resulta más que sospechoso e incoherente. ¿Por qué beber cerveza después de entrenar o competir cuando puedo hidratarme mejor con agua o minerales, mientras garantizo una correcta nutrición con la ingesta de prótidos, grasas y carbohidratos de diferente origen…?

cerveza-hidratación

No negaré que el poder socializador de la cerveza es un punto a favor a no desestimar. Pero éste es un fenómeno bien reciente. Desde una perspectiva evolutiva, no tenemos noticia que nuestros ancestros tuviesen un consumo habitual de substancias psicoactivas, todo lo contrario: los estados alterados de conciencia era inducidos en momentos puntuales a lo largo del ciclo anual para celebrar determinados cambios estacionales o estructurales dentro del clan. Es más, la cerveza debió de aparecer en el Neolítico: alguién olvidó un poco de cereal en la piedra que, con el tiempo, fermentó y se convirtió en una bebida amarga y, a la vez, estimulante. Es por esto que nuestra capacidad para metabolizar el alcohol es más que limitada. El alcohol acompaña al homo sapiens desde tiempos bien recientes. En cambio, los receptores específicos de cannabioides llevan con nosotros desde tiempos inmemoriables. Esto podría explicar la mejora del humor asociada al ejercicio. Lo extraño es que a nadie se le ha ocurrido fundar una comunidad de “THC* runners”… Mejor no dar ideas.

Muy a menudo hemos podido leer titulares que hacen referencia a estudios aislados sobre la cerveza y su relación con el sobrepeso, sobre todo cuando los resultados no han podido correlacionar ambos factores. En esos casos las correspondientes asociaciones o grupos de interés del mundo cervecero han dedicado importantes esfuerzos a mandar notas de prensa a los medios de comunicación, transmitiendo el jugoso “la cerveza no engorda“, un mensaje que a todos os encanta leer.

Desde el punto de vista teórico y metabólico, hasta hace poco no había un claro consenso de los valores del índice glucémico (IG) de la cerveza. Afortunadamente, en el estudio de 2012 “Modifying effects of alcohol on the postprandial glucose and insulin responses in healthy subjects”, se calculó por primera vez y con rigor, tanto con alcohol como sin alcohol. Y los resultados fueron son bastante más altos de lo que se creía: Casi 120 para la primera y 80 para la segunda Y, como ya hemos visto, generalmente éste es un indicador fisiológico que suele estar asociado a una mayor contribución al aumento de peso.

Pero, desde el punto de vista de la relación directa con la obesidad, lo cierto es que hacía falta una revisión sistemática que agrupara y analizara todas las investigaciones epidemiológicas relevantes que se hubieran realizado durante las últimas décadas y sacara conclusiones. La primera respuesta llegó en 2013, en forma de meta-análisis: “Is beer consumption related to measures of abdominal and general obesity? A systematic review and meta-analysis“.

Les adelanto las conclusiones del abstract, para que se vayan haciendo a la idea:

“(…) la información disponible aporta inadecuada evidencia científica para poder evaluar si la cerveza en cantidades moderadas (menos de 500 ml al día) está asociada con mayor obesidad. Un mayor consumo, sin embargo, podría estar asociado con una mayor obesidad abdominal“. No le queda muy claro lo que quieren decir, ¿verdad? A mí tampoco, así que vamos a verlo en profundidad.

 Los investigadores hicieron en primer lugar una exhaustiva recopilación de gran cantidad de estudios observacionales de todo tipo, en los que los resultados fueron, efectivamente, enormemente heterogéneos, por lo que no permitieron sacar conclusiones en ningún sentido. Como explicaron pormenorizadamente en el documento, en este tipo de estudios observacionales las variables de confusión pueden tener un efecto importante, y en este caso la probabilidad de que estuviera ocurriendo era muy alta. Por ejemplo, se sabe que los grandes fumadores tienen menos sobrepeso, y también beben bastante más cerveza que los no fumadores. Así que el efecto de un peso menor al tomar cerveza podría estar compensado por la interferencia del hábito de fumar.

Para intentar añadir algo de valor a todo este trabajo con estudios observacionales, los autores hicieron algo complementario: Seleccionaron aquellos que consideraron más rigurosos y habían sido realizados en países en los que el consumo de cerveza es mayor, lo que permitiría aislar mejor el efecto. Y concluyeron que en esos casos, la correlación entre la cerveza y la obesidad se apreciaba con más claridad.

Posteriormente, procedieron a evaluar los principales estudios de intervención y los dividieron en dos grupos: Por un lado los que compararon la ingesta de cerveza con la no ingesta de ningún tipo de alcohol y por otro los que compararon la ingesta de cerveza sin alcohol y la de cerveza con alcohol. Sorprendentemente, los autores concluyeron que no se apreciaban diferencias significativas entre los bebedores    de    cerveza    y    los    grupos    de    control;    y    digo “sorprendentemente” porque todos los resultados de los 11 estudios seleccionados, excepto uno, concluyeron con valores en contra de la cerveza, de aproximadamente medio kilo de media. En concreto, 15 resultados identificaron un mayor aumento de peso entre los que más cerveza bebían y solamente uno observó una reducción. ¿Es que 15 a 1 no es una diferencia suficiente?

Lo cierto es que en los estudios originales, buena parte de los autores concluyeron que la correlación no era significativa, ya que las diferencias obtenidas fueron pequeñas (el medio kilo comentado). Pero creo que es algo normal, pues se trataba de estudios cortos, de 4 a 12 semanas de duración y en los que únicamente se modificaba una variable, por lo que los resultados suelen ser de esa dimensión. A no ser que se ingieran cantidades exageradas, es muy habitual encontrarse con esta circunstancia: Valores pequeños.

Volviendo   al   meta-análisis,   voy   a   entrar   en   el   apartado   de elucubraciones, así que tómense como una opinión personal lo que lean a partir de este momento.

La prudencia por parte de los investigadores en sus conclusiones quizás tenía su origen en varios factores. Como repitieron en más de una ocasión, es probable que la calidad de los estudios no fuera muy buena. Y, como he dicho, las diferencias obtenidas fueron pequeñas, así que supongo que se curaron en salud. La actitud prudente también es un valor a admirar en ciencia. ¡Ojo! Que quede claro que no digo que la revisión me parezca dudosa, de hecho me parece excelente, sino que la redacción de las conclusiones me parece poco comprometidas, al menos para mi gusto.

Yendo más allá, y alejándome aún más del rigor, voy a plantearles una sospecha o duda que me surgió al leer el trabajo. Me refiero a la siguiente frase que encontré al final del documento: “El Instituto Alemán de la Cerveza ha aportado los fondos para la realización de esta revisión. Este instituto es financiado por “Duch Brewers”, que es la organización para el comercio de las ocho grandes comercializadoras de cerveza en Holanda“.

Así es, el estudio fue sido pagado por la industria de la cerveza.

Para intentar añadir algo de valor a todo este trabajo con estudios observacionales, los autores hacen algo complementario: Seleccionan aquellos que consideran más rigurosos y han sido realizados en países en los que el consumo de cerveza es mayor, lo que permitiría aislar mejor el efecto. Y concluyen que en esos casos, la correlación entre la cerveza y la obesidad se aprecia con más claridad.

Posteriormente, proceden a evaluar los principales estudios de intervención y los dividen en dos grupos: Por un lado los que han comparado la ingesta de cerveza con la no ingesta de ningún tipo de alcohol (A) y por otro los que han comparado la ingesta de cerveza sin alcohol y la de cerveza con alcohol (B). Sorprendentemente, los autores concluyen que no se aprecian diferencias significativas entre los bebedores de cerveza y los grupos de control; y digo sorprendentemente porque gráficamente estos son los resultados que incluyen en el documento:

Si los rombos o cuadrados están a la derecha de la línea vertical (la que marca el valor 0), significa que los que beben cerveza (A) o los que la toman con alcohol (B) ganan más peso. A mí me parece que se aprecia claramente que los bebedores de cerveza engordan más, ya que prácticamente en todos los casos el valor medio está ligeramente desplazado a la derecha. Le pido que vuelva a mirar los gráficos de arriba y que me diga si ve o no diferencias.

¿2-0 contra la cerveza?

Lo cierto es que en los estudios originales, buena parte de los autores concluyeron que la correlación no era significativa, ya que las diferencias obtenidas fueron pequeñas. Pero creo que es algo normal, pues son mayoritariamente estudios cortos, de 4 a 12 semanas de duración y en los que únicamente se modifica una variable, así que los resultados suelen ser de esa dimensión. A no ser que se ingieran cantidades exageradas, es muy habitual encontrarse con esta situación.

Ningún alimento aislado en cantidades moderadas o “normales” tiene un impacto grande a corto-medio plazo, así que no le veo mucho sentido a lo que dicen los autores al respecto en las conclusiones. Por ejemplo, una cerveza al día no es más que una pequeña pieza en el puzzle de la dieta habitual, que puede verse notablemente influenciado por el resto de alimentos. Para apreciar cambios de mayores dimensiones en estudios de este tipo habría que evaluar la globalidad y los efectos combinados o compensados que tienen diferentes alimentos. Por ejemplo, si desayuno galletas, me tomo un café con azúcar y un bollo a media mañana, como con pasta, meriendo un pequeño bocadillo con una cervecita y acompaño la cena con otra refrescante caña, estaré comiendo durante prácticamente todo el día alimentos de elevado índice glucémico, lo cual tendrá como consecuencia que durante muchas horas en mi sangre habrá una elevada concentración de insulina. Y esta situación repetida con frecuencia suele tener consecuencias poco deseables en muchas personas entre las que cabe destacar el estado de “ahorro de energía” en el que quedan el cuerpo y las células. Pero una caña de vez en cuando en el marco de una dieta y un estilo de vida saludable, no le supondrá ningún problema.

Bueno, cierro el paréntesis y quedémonos con el 15 a 1 en contra de la cerveza y con la frase final de los investigadores: “Un mayor consumo (…) podría estar asociado con una mayor obesidad abdominal”. Visto

Otro estudio nos muestra como el alcohol depsues de un entrenamiento retrasa la recuperación muscular…

Científicos deportivos de la universidad neozelandesa de Massey estudiaron el efecto del alcohol en la recuperación post-entrenamiento.

“Muchos deportistas, particularmente aquellos involucrados en deportes de equipo, ingieren de manera regular alcohol (etanol) en las horas siguientes al entrenamiento o la competición como una forma de celebración, socialización o por compromiso con los patrocinadores.”

Es posible estudiar los efectos del entrenamiento con pesas sometiendo a los sujetos de prueba al “entrenamiento negativo”: pueden bajar la barra ellos mismos, pero deberán subirla de nuevo arriba con la ayuda de un compañero. De esta forma los deportistas pueden entrenar con pesos que no serían capaces de levantar por sí mismos. El efecto producido por el consumo de alcohol tras esta clase de entrenamiento excéntrico no se había estudiado antes.

Los sujetos del experimento realizaron tres series de cien repeticiones en una máquina de extensión de pierna. Los investigadores animaron a los sujetos –hombres jóvenes y sanos con una edad media de 23 años, que entrenaban y tomaban alcohol regularmente- a ejercer toda la resistencia posible en la fase excéntrica de cada repetición. Después del entrenamiento a un grupo se le dio a beber zumo de naranja y al otro vodka con naranja. El grupo del vodka consumió unos 18 gramos de alcohol, el equivalente a ocho vasos de vino o cerveza.

El gráfico inferior muestra la recuperación de cada grupo tras el entrenamiento (OJ: grupo del zumo de naranja, ALC= grupo del alcohol).

En tres momentos diferentes tras el entrenamiento los investigadores midieron la fuerza máxima. En el grupo del zumo de naranja fue un 12, 28 y 19% más bajo que antes del entrenamiento excéntrico. En el grupo del vodka fue un 34, 40 y 34% menor.

La toma de alcohol no tuvo efecto en la concentración en sangre de la enzima creatina quinasa, un indicador del daño muscular. Tampoco provocó un mayor dolor muscular.

Los investigadores piensan que el alcohol afecta a los nervios que estimulan el crecimiento muscular tras la sesión de pesas. Sospechan además que el alcohol inhibe la producción de citocinas, que son empleadas por el sistema inmune para restaurar el tejido dañado tras el ejercicio. Los científicos moleculares tienen otro punto de vista. Piensan que el alcohol inhibe la fijación del fósforo (que proporciona energía) a las moléculas que producen la señal anabólica en las células musculares.

“Nuestras observaciones sugieren que hay que recomendar a los participantes en deportes evitar el consumo de alcohol en el período siguiente al evento si se persigue una recuperación óptima”.

http://suppversity.blogspot.com.es/

para cerrar el tema, como opinión personal, dudosamente le recomendaría a un atleta la cerveza o alguna otra bebida alcohólica como recuperador muscular tras el ejercicio físico.

El deporte y la prevención del alcoholismo

Para finalizar me gustaría aclarar una idea, y es que siempre se le atribuye al deporte el poder de promover valores, dando por hecho que las personas que hacen deporte son más responsables, más educadas,… y menos adictas al consumo de sustancias nocivas (como el alcohol). Esto no es así, el deporte por sí mismo no promueve valores. Claro que puede hacerlo, pero depende como lo tratemos, no vale con darle un balón a un niño para que se convierta en mejor persona, hay que trabajar con él, y el deporte es un fantástico vehículo para conseguirlo, pero sabiendo como usarlo.

Hay muchos estudios que apoyan esta idea, pero os voy a presentar uno en concreto, el realizado por Rodríguez Ordax, J., De Abajo, S. y Márquez, S. (2004) en el que se divide a los sujetos del estudio (alumnos de ESO) en 4 categorías según el tiempo dedicado diariamente a la práctica deportiva. Con esas categorías establecidas, los autores citados estudian la cantidad y frecuencia de consumo de sustancias nocivas como el tabaco o el alcohol encontrando diferencias significativas en el consumo de estas sustancias entre los sujetos que realizan más actividad física y los que menos. En este caso en concreto, los alumnos que realizaban más deporte eran los que menos alcohol consumían, lo que nos hace pensar que el deporte tiene un importante poder en la prevención del alcoholismo, sin embargo, hay otros estudios, como el realizado por Nebot y cols. (1991) en los que se encuentran una situación distinta, y es que los que más deporte practican, también son los que más alcohol consumen. En conclusión, el deporte bien utilizado puede ser el mejor vehículo para la transmisión de valores y puede tener un papel fundamental en la prevención del alcoholismo, pero hay que saber inculcar estos valores, no basta con la práctica deportiva.

Fuentes

  • Serban, G., Simona, P. (2012). Data concerning the correlation between tobacco, alcohol, internet and sports results on a group of students from the Faculty of Physical Education and Sport Timisoara. Journal of Physical Education and Sport, 12(3), Art 48, pp.324 – 330.
  • Rodríguez Ordax, J., De Abajo, S. y Márquez, S. (2004). Relación entre actividad física y consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias perjudiciales para la salud en alumnos de ESO del municipio de Avilés. European Journal of Human Movement, 12, 46-69.
  • Nebot, T. et cols (1991). la actividad física de los escolares: un estudio transversal. Revista de sanidad pública, 65, 325-331.