Uno de los principales objetivos nutricionales una vez finalizado el ejercicio es efectuar lo antes posible la recuperación de los depósitos de glucógeno, algo fundamental para el óptimo entrenamiento de fuerza, ya que el 80% de la producción de ATP durante ese tipo de entrenamiento deriva de la glucólisis.

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Distintos estudios han mostrado una supercompensación de glucógeno cuando los hidratos de carbono se consumen inmediatamente después del ejercicio, de manera que retrasando unas 2 h la ingesta de HdC se atenúa la tasa de resíntesis de glucógeno hasta un 50%. Factores como el consumo de glucosa estimulado por la insulina después de una sesión de ejercicio, potenciado por la activación del GLUT4 durante la depleción de glucógeno, facilita la entrada de glucosa al interior celular. Además, el ejercicio incrementa la actividad de la glucógeno-sintasa –la principal enzima implicada en las reservas de glucógeno.

A pesar de unas bases teóricas firmes, el significado práctico de recuperar las reservas de glucógeno inmediatamente después del ejercicio es en muchos casos dudoso. Será muy importante en algunos deportes de resistencia aeróbica donde el intervalo entre actividades es menor de 8 h, o en aquellos casos en los que se realicen 2 sesiones diarias de entrenamiento que impliquen los mismos grupos musculares. Para el resto de actividades la urgencia en recuperar los niveles de glucógeno no es tan importante. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que una sesión de ejercicio de fuerza (6-9 series por grupo muscular) solo reduce las reservas de glucógeno muscular en un 36-39%, y si tenemos en cuenta que en la mayoría de los casos las sesiones de entrenamiento están separadas por al menos 24 h, este es un periodo de tiempo suficiente para volver a recuperar las reservas de glucógeno, sin tener que aplicar protocolos específicos de inmediatez post-esfuerzo.