Eres lo que crees

Nuestra experiencia de vida, nuestra forma de interactuar con los demás y nuestra relación con nosotros mismos están influenciados por la forma en que hablamos internamente. Por ejemplo, date un momento para imaginar profundamente tu comida favorita: cómo huele y cómo sabe. Es muy probable que empieces a salivar sólo con imaginarlo. Del mismo modo, al practicar mentalmente cómo te ves ejecutando tu máximo rendimiento, puedes reducir la ansiedad, construir confianza y mejorar tu desempeño final. Existen diferentes modelos de visualización, desde auto-guiada hasta guiada por un entrenador, que involucran aspectos como visualización mental, olores, tacto, sensaciones, vista y sonido. Cuanto más vívida sea la visualización, más real y efectiva será.

¿Dónde te encuentras compitiendo? ¿Qué puedes ver, sentir, oír, oler y tocar? ¿Cuál es el resultado que deseas lograr en esta situación en el entreno de hoy? ¿Cómo te sentirás? Mantener la consistencia en tu trabajo de visualización mejorará su efectividad. Esta consistencia enseña al cerebro y permite que se produzcan adaptaciones a medida que estas experiencias se vuelven cada vez más «reales» en tu mente.

Entonces, la forma en que hablamos internamente tiene un impacto en nuestra experiencia de vida, en cómo nos relacionamos con los demás y en nuestra propia percepción de nosotros mismos. Esta idea es la base de la teoría de la «percepción del yo». Según esta teoría, nuestras actitudes se construyen al observar nuestro propio comportamiento y concluir qué actitudes lo causaron. El lenguaje que utilizamos refuerza estas observaciones personales de nuestro comportamiento, lo que puede afectar negativamente nuestra percepción de nosotros mismos.

Es importante prestar atención al lenguaje y las frases que utilizamos internamente o cuando hablamos con los demás. Seguramente encontrarás frases recurrentes o términos que se pueden cambiar con el tiempo para cambiar tu mentalidad. Por ejemplo, en lugar de decir «Quiero…» puedes decir «VOY a…». Comienza cambiando el lenguaje que utilizas para describirte a ti mismo y tus acciones. Notarás que al utilizar un lenguaje más confiado y motivador, será más fácil alinear tus acciones con tus metas. Piensa que, la práctica de mantras, incantaciones y eslóganes personales ha sido utilizada durante décadas por deportistas destacados dentro y fuera del ámbito deportivo.

«Tus creencias se convierten en tus pensamientos, tus pensamientos se convierten en tus palabras, tus palabras se convierten en tus acciones, tus acciones se convierten en tus hábitos, tus hábitos se convierten en tus valores, tus valores se convierten en tu destino» – Gandhi

Tres estrategias simples comúnmente conocidas para mejorar tu rendimiento:

Mantén un diario: El diario es un hábito relativamente simple, pero hay cuatro áreas clave en las que debes centrarte para optimizar tu rendimiento deportivo:

Positividad: La confianza es una elección. Utiliza tu diario para registrar tus logros, desde las victorias más pequeñas hasta tus mayores logros de los que te sientas más orgulloso. Si deseas ser verdaderamente bueno en algo, debes aprender a celebrar y recordar solo estas experiencias positivas, mientras aprendes de las negativas y las dejas ir. Esto construirá la confianza de forma gradual. Aunque no existe una correlación perfecta entre el optimismo y el éxito, sí existe una correlación casi perfecta entre el pesimismo y el fracaso.

Gratitud: No es ningún secreto que la gratitud es un cambio de juego cuando se trata de mejorar el estado de ánimo, pero también se ha relacionado con mejores resultados en el deporte. Una buena manera de comenzar es con el ejercicio de «Tres cosas buenas». Simplemente anota tres cosas buenas que te sucedieron cada día, por pequeñas que sean, y lo que hiciste para que sucedieran. Cada semana, revisa las tres mejores cosas que te han sucedido esa semana, y repite esta revisión cada mes y año.

Metas: Concéntrate en tus objetivos a largo plazo. Escríbelos todos los días y planifica las pequeñas cosas que puedes hacer todos los días para acercarte a ellas, como mejorar tu ingesta de agua o levantar más carga en un ejercicio específico. Cultiva hábitos que te acerquen a esas metas cada día y elimina aquellos que no te sirvan o que estén en conflicto con lo que deseas lograr.

Autorreflexión: ¿Qué has aprendido en las últimas 24 horas que te pueda acercar a tu meta? ¿Hay cosas que podrías haber hecho de manera diferente para obtener un mejor resultado? Ahora es el momento de reflexionar, aprender y dejar ir esas cosas negativas.

Práctica de mindfulness/meditación: Cada persona descubre y experimenta el mindfulness de manera diferente, ya sea a través de la oración, la música o incluso aplicaciones de meditación como Calm o Headspace. Es importante tomarse un tiempo para salir de la rutina diaria y mirar hacia adentro. Una vez que esto se convierta en un hábito, se convertirá en una herramienta eficaz que mejorará tu rendimiento deportivo y tus experiencias de vida.

Visualización: Nuestra mente no puede diferenciar entre lo que experimentamos y lo que nos enfocamos mentalmente. Como dije al principio, al practicar mentalmente cómo te ves ejecutando tu máximo rendimiento, puedes reducir la ansiedad, construir confianza y mejorar tu rendimiento. Existen diferentes modelos de visualización, desde auto-guiada hasta guiada por un entrenador, que involucran aspectos como visualización mental, olores, tacto, sensaciones, vista y sonido. Cuanto más vívida sea la visualización, más real y efectiva será.

Recuerda que la mentalidad es una parte importante del rendimiento deportivo y que es posible cambiar y mejorar tu mentalidad a través de la práctica y el trabajo constante. Utiliza estas estrategias para cultivar una mentalidad más fuerte y mejorar tu rendimiento en cualquier deporte o actividad diría.