El infarto agudo de miocardio provoca en mayor o menor grado una zona de tejido necrosado (cicatriz) no funcionante en su contractilidad, y que en muchas ocasiones se asocia a insuficiencia cardiaca. Numerosos estudios han demostrado que el ejercicio interválico de alta intensidad mejora la función cardiaca tanto en sujetos sanos como en pacientes. Sin embargo, hasta la fecha no hay evidencia de los posibles efectos sobre la cicatriz cardiaca post-infarto. Recientemente se han publicado los resultados de un caso clínico (Godfrey y col, 2013; BMJ Case Rep 13-feb) de un paciente de 50 años que sufrió un infarto debido a una coagulopatía y que dejó una cicatriz del 16% de la masa ventricular. El paciente realizó un programa de rehabilitación basado en el ejercicio interválico de alta intensidad, evidenciando a las 60 semanas de programa una reducción significativa de la zona de tejido necrosado (cicatriz). Este es el primer estudio que se muestra una significativa remodelación del ventrículo izquierdo con una reducción de la cicatriz post-infarto después de un programa de ejercicio.
Este y otros estudios sugieren que el entrenamiento interválico de alta intensidad, tanto por su eficacia, como por su bajo riesgo, debería contemplarse como primera elección en la prevención y tratamiento de muchas patologías.