Documentales

Primero (muy recomendable y esclarecedor)

Segundo (muy recomendable y esclarecedor)

Tercero

Cuarto

Quinto

Recomiendo fuertemente estos dos documentales, los cuales os aclarará muchísimo sobre la situación actual sobre la nutrición que nos rodea. Dicha situación es desconocida por la mayoría de la población, por eso mismo es una labor de gran importancia difundir estos vídeo documentales. Recomiendo su visión por ese orden. El primer documental ( para mi el mejor de los cuatro) habla sobre lo que yo anteriormente he escrito, aqui . El primero trata sobre el trabajo y la investigación de la científica Paula Baillie-Hamilton , En el año 2004, en la conferencia “Obesidad: Orígenes e Influencias Medioambientales”, el Instituto Nacional de la Salud Americano hizo un llamamiento urgente para que se investigase a fondo la relación entre la obesidad y los productos químicos que alteran el sistema hormonal, (estudio) apuntando que la exposición a éstos, especialmente en el útero, podría dañar irreparablemente los mecanismos de control de peso del organismo. El segundo vídeo trata del azúcar y el negocio que hay alrededor de el, de como hace adictos a las personas, y de como puede llegar a ser mas adictiva que la misma Cocaína (estudio). Como siempre digo, no todo son las calorías que ingerimos y las calorías que gastamos, es un factor más, si, pero la respuesta hormonal o el sistema hormonal (endocrino) es mas importante, en lo que al peso corporal se refiere. 

Muchos de esos productos químicos, precisamente, entran en nuestros organismos a través de la alimentación, en forma de residuos de contaminantes como pesticidas, fungicidas, estabilizadores…
Pero el estudio ya se había hecho en 2002 por el equipo de la Dra. Paula Baillie-Hamilton que publicó un trabajo en la Universidad de Stirling que afirmaba que las toxinas químicas eran un posible potenciador de la epidemia de obesidad. 
Baillie-Hamilton, tras muchos años de investigación forense sobre cómo la contaminación nos cambia desde dentro hacia fuera, afirmaba en sus conclusiones que los productos químicos en el ambiente estaban alterando la fertilidad de la vida salvaje. “…Si afectan a la fertilidad tienen que afectar a las hormonas de manera significativa…y éstas controlan funciones del cuerpo como el control de peso”. Efectivamente encontró que los productos químicos, que en grandes dosis ocasionan pérdida de peso, parecían hacer engordar en pequeñas dosis, las mismas dosis a las que estamos expuestos en nuestra vida diaria.LA QUÍMICA
Los productos químicos industriales que alteran el funcionamiento hormonal afectan gravemente al metabolismo humano y al control del apetito. Las investigaciones en la Universidad de Laval, en Quebec, han contribuido enormemente a la comprensión de la magnitud de sus efectos en un cuerpo altamente contaminado.

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A finales de los noventa, el catedrático Angelo Tremblay y su equipo empezaron a investigar, primero en animales y luego en humanos, los efectos de los organoclorados en el metabolismo. Partieron de un estudio anterior realizado en Italia sobre personas obesas a las que se les había practicado un bypass gástrico para perder peso. Se observó que a medida que adelgazaban presentaban en sangre un drástico aumento en los niveles del pesticida DDT y de uno de sus productos de degradación, el DDE.
Los estudios en Laval sobre personas con un programa de adelgazamiento mostraban también mayores concentraciones de estos químicos a medida que se producía la pérdida de peso.
Los organoclorados se almacenan generalmente en los adipocitos (células grasas). Cuando se adelgaza los adipocitos liberan estos químicos de nuevo en la sangre, que circulan libremente, y los niveles de hormonas tiroideas (necesarias para mantener un metabolismo eficiente) caen drásticamente.
También es común entre las personas sometidas a dieta que disminuya el índice de metabolismo basal (IMB) –el ritmo al que el cuerpo quema calorías-. Este descenso se denomina termogénesis adaptativa.
El descubrimiento preocupante en Laval fue la constatación de que había niveles más altos de compuestos organoclorados paralelamente a niveles más bajos de hormonas tiroideas de los que ocasionaría únicamente la pérdida de peso. Lo mismo ocurría con el IMB, así como con el gasto de energía y los niveles de encimas oxidativas de músculo estriado, que determina la eficiencia con la que los músculos queman energía. Cuando estos niveles no funcionan correctamente la energía se almacena como grasa. “Si tuviera que expresar esto en términos periodísticos, afirma Tremblay, diría que los organoclorados básicamente cierran el horno que ayuda al cuerpo a quemar calorías”.

PRODUCTOS QUE ENGORDAN
Trembley se centró en los compuestos organoclorados, como los pesticidas de DDT y sus productos de degradación como DDE, clordano, aldrín, dieldrina y heptacloro, así como en PCBs (bicenilos policlorados), dioxinas y clorofenoles. Pero la lista de los productos químicos que pueden ocasionar obesidad incluye una gran variedad asociada con la industria y la contaminación ambiental.
Un efecto fundamental, según Baillie-Hamilton, es la forma en que los contaminantes químicos interactúan con el sistema nervioso simpático. Este sistema libera hormonas como adrenalina y noradrenalina que suprimen nuestro apetito, especialmente de grasa. También aumentan la habilidad y el deseo de ejercicio y la temperatura corporal, de forma que cuando hacemos ejercicio estamos quemando calorías más eficientemente.
“Los productos químicos organoclorados actúan directamente sobre el sistema nervioso simpático atacando todos y cada uno de sus mecanismos de funcionamiento”. Es como una macana química: reducen los niveles hormonales necesarios para mantener un peso equilibrado y bloquean, e incluso destruyen, los receptores hormonales en los adipocitos. Esto significa que las hormonas no se pueden comunicar con los adipocitos y estas células son menos sensibles a las hormonas en circulación que regulan el metabolismo”.

ADAPTARSE Y SOBREVIVIR
Las investigaciones en Laval continúan y confirman que los altos niveles de organoclorados alteran el metabolismo y pueden ser uno de los más importantes provocadores de la termogénesis adaptativa y la recuperación de peso tan tristemente familiar para los que hacen dieta.
Además, una vez liberados por la pérdida de peso, estos químicos también atacan órganos vitales como el cerebro, el hígado y los riñones. Esta amenaza dispara una respuesta más compleja: a medida que los químicos prosperan por encima del nivel que los mecanismos de desintoxicación pueden absorber, el cuerpo empieza a diluir las toxinas en circulación (la mayoría solubles en grasa), creando nuevos adipocitos para almacenarlas.
Otras evidencias sugieren que la presencia de algunos contaminantes industriales como el bisfenol-A y los organoestánicos pueden indicar la presencia de pequeños adipocitos latentes, conocidos como pre-adipocitos, que se transformarán en células grasas adultas o adipocitos. Al aumentar el número de células grasas se hace más difícil bajar de peso. Además, debido al aumento de peso el sistema de desintoxicación del cuerpo, que normalmente facilitaría la excreción tóxica, se paraliza, prefiriendo simplemente almacenar las toxinas en la grasa existente.
Trembley reconoce que hay todavía mucho por investigar sobre la forma en que estos químicos interfieren en el metabolismo. Pero, aparte de disparar los cambios hormonales, la presencia de organiclorados y otras toxinas puede también actuar como disparadores inflamatorios.

GRASAS INTELIGENTES
Algunos médicos como el Dr. Leo Galland, conocido nutricionista, creen que la polución industrial también puede disparar las alergias y las reacciones alérgicas que pueden causar o empeorar una inflamación crónica generalizada. El problema de la inflamación crónica es el más relevante para elevar los niveles de obesidad. La inflamación hace que el cuerpo libere un número de sustancias químicas que hacen al sistema resistente a la leptina, una hormona descubierta relativamente recientemente. Su descubrimiento, en el Rockefeller Institute, ha cambiado por completo nuestra comprensión de la obesidad.
Antes de eso, dice Galland, se pensaba que la grasa era una bolsa de calorías inútiles e inertes. La cuestión fundamental sobre la leptina no es solamente que afecte al apetito, al metabolismo y a las reservas de grasa, sino que la producen las células grasas exclusivamente. Así que, de pronto, la grasa se convierte en un agente activo en el cuerpo.
En realidad, la grasa es un órgano y su función es tan intrincada como la de cualquier otro órgano, en el sentido de que interactúa con el sistema inmunitario, el nervioso y otros, produciendo cambios que pueden ser muy complejos.
Siempre que hay inflamación, las células responden produciendo sustancias químicas anti-inflamatorias conocidas como SOCS. Dos de éstos, SOCS1 y SOCS3, interfieren con la leptina, bloqueando la señal en las células. El mecanismo es muy similar al del desarrollo de la resistencia a la insulina, que es también una inflamación.
La inflamación es esencialmente un proceso protector necesario, por ejemplo, para que cicatricen las heridas o para curar infecciones. Si en un cuerpo contaminado hay inflamación es muy posible que sea una respuesta ante la presencia de toxinas.
Y la grasa del cuerpo tiene también un efecto protector. Por ejemplo, se ha comprobado que los animales expuestos a toxinas medioambientales tienen más posibilidades de sobrevivir cuando se les hace ganar peso sometiéndolos a dietas altamente calóricas, que aquellos a los que no se les induce a ganar peso.
En otras palabras, la grasa corporal, puesto que es un almacén de estas toxinas, se convierte en un mecanismo de supervivencia. Y, por lo tanto, la epidemia de obesidad es en realidad la respuesta adaptativa del cuerpo en un ambiente químicamente intoxicado. 

PANORAMA GENERAL
Vista de esta forma, la obesidad sería la respuesta de un cuerpo inteligente que lucha por mantener el equilibrio en un mundo excesivamente contaminado. Tristemente, esta adaptación inteligente es letal y el consejo repetido de simplemente disminuir drásticamente la ingesta de calorías para perder peso rápidamente puede que incluso empeore el problema. La práctica clínica está siendo exasperantemente lenta para alcanzar los cambios conceptuales derivados de la relación entre la obesidad y los contaminantes medioambientales.
Como la Dra. Baillie-Hamilton afirma:”…si hablas con un especialista en problemas de obesidad, que se ha pasado toda su vida profesional indicándole a la gente que si comen demasiado y no hacen ejercicio van a ganar peso, probablemente no tenga ninguna idea de la relación entre obesidad y contaminación. Y hasta que los profesionales no lo sepan, sus conclusiones y soluciones seguirán siendo limitadas”.
El Dr. Galland está de acuerdo: “Hay una epidemia mundial, con toda seguridad, asociada a la industrialización y la polución. Hay factores que confunden porque ambas también llevan asociados ciertos cambios en los patrones dietéticos y de actividad. Pero la realidad es que los resultados de la mayoría de los tratamientos para perder peso son fatales y se necesitan con urgencia nuevos enfoques más creativos”
Sin embargo, el consejo del NHS (Nacional Health System, Instituto Nacional de la Salud) sigue girando machaconamente en torno a la ecuación calorías dentro/fuera.
Ciertamente no podemos culpar a las víctimas cuando el primer paso, que son las dietas, está fallando. Esto sería como culpar a los pobres por haber sido vagos e irresponsables, o a los que padecen hambre por no haber almacenado alimentos…
También habría que ser mucho más comprensivo y honesto con respecto al doble problema en el que se ven inmersos algunos de los más pobres en relación con la salud. Las personas de los estratos más bajos subsisten normalmente con alimentos de muy poca calidad, con alto contenido en azúcares y grasas y poco nutritivos. Así que su salud en general está ya comprometida. Si a esto añadimos la amenaza química de la polución industrial, los sistemas metabólicos y de desintoxicación que deberían proteger al cuerpo se destruyen por completo.

PREGUNTAS INCÓMODAS
Estar delgado no es el único, ni siquiera el mejor indicador de una buena salud. La polución procedente del tráfico rodado y de la industria ligera dentro y en los alrededores de las grandes ciudades tiene una influencia innegable en el cuerpo y causa su propio caos químico. Los neoyorquinos y los londinenses puede que estén más delgados, pero también son, por ejemplo, menos fértiles, más dados a las alergias y asma y generalmente tienen un sistema inmunológico más debilitado.
Como en muchos otros temas, la respuesta a la obesidad siempre se hace desde la perspectiva económica y política, no por los potenciales problemas para la salud que ocasiona la exposición a los Organoclorados.
En EE.UU., el ex-presidente Bush consideraba que los acuerdos de Kyoto no se pueden contemplar desde una perspectiva que “amenace su economía”. Lo mismo que ocurre con el calentamiento global ocurre con el preocupante “mapa de la obesidad”. Según el último informe de la Fundación para la Salud de EE.UU., los diez estados más obesos son Mississipi, Alabama, West Virginia, Louisiana, Kentucky, Tenessee, Arkansas, Indiana, Carolina del Sur y Texas. Aunque todos ellos están en el sur industrializado del país, no se menciona ningún aspecto medioambiental. Sin embargo, el río Mississipi, que atraviesa varios de estos estados, es oficialmente el más contaminado del país. Además, en West Virginia, Texas, Indiana, Alabama, Louisiana y Georgia, se han instalado algunas de las veinte centrales eléctricas del país que producen contaminación por mercurio. Tanto el pescado como otros animales salvajes de los estados sureños, como Alabama, Arkansas o Tenessee, aparecen con frecuencia contaminados por organoclorados como DDT y PCB, debido a la producción anterior de estos químicos en la zona.
Así que, en vez de desvivirnos buscando un sinsentido políticamente correcto para no ser críticos con el problema del sobrepeso y la obesidad, quizás sería más productivo reconocer que los problemas y desastres más acuciantes no están al margen de una atmósfera enrarecida. Se generan en el entorno industrial, medioambiental y político de la vida moderna, y la vida moderna puede ser un negocio muy sucio en algunas partes del país.
Normalmente, los problemas de salud asociados con la contaminación se pasan por alto. Algunos, como el cáncer o el Alzheimer, tardan décadas en desarrollarse. Y la obesidad nos demuestra que la polución ambiental nos está matando. Reconocer que los contaminantes químicos podrían tener un efecto tan directo en nuestro cuerpo es posiblemente una de las más importantes novedades en salud pública. Esto nos obliga a reconsiderar nuestro concepto de la dinámica del control de la obesidad. Y unida a esto, hay una necesidad urgente de admitir en qué forma nuestras acciones configuran el medio ambiente y cómo este, a su vez, determina nuestra vida.
En julio de 2006, “algunas miembras” del Instituto Británico de la Mujer tuvieron la iniciativa de arrojar carretadas de embalaje innecesario a las puertas de los supermercados por todo el país con el siguiente mensaje: “vosotros creásteis este problema, vosotros lo limpiaréis”. De la misma manera, ha llegado la hora de lanzar el problema de la obesidad a la puerta de las industrias y los gobiernos con el mismo inquebrantable mensaje. Mientras, en cualquier caso, podemos consumir productos biológicos, que nos mantendrán alejados de ciertos contaminantes y, por otro lado, ayudarán a nuestros organismos a mantenerse íntegros frente a ciertas forma de exposición a determinados disruptores endocrinos.

Pat Thomas es colaboradora habitual de «The Ecologist UK»

LAS CALORÍAS QUÍMICAS PRODUCEN OBESIDAD Y SON PELIGROSAS
Además de los organoclorados, sabemos que una serie de sustancias químicas industriales y cotidianas favorecen el aumento de peso. Entre ellas están:
Organofosforados. Plaguicidas organofosforados como malation, dursban, diazanon… constituyen el 40% de los plaguicidas utilizados. Estos productos químicos se utilizan principalmente en el interior de edificios. Son neurotóxicos y alteradores hormonales.
Carbamatos. Incluyen aldicarb, bendiocarb, carbaril, propoxur y tiofanato-metil, que son ampliamente utilizados en agricultura, silvicultura y jardinería y se sospecha que producen alteraciones hormonales.
Organoestannicos. Estas sustancias químicas, que incluyen tributilestaño (TBT) y mono y dibutilestaño (MBT y DBT), tienen muchas aplicaciones: como estabilizadores en el PVC y catalizadores en reacciones químicas. También están presentes en revestimientos de cristal, pesticidas agrícolas, biocidas en pinturas anti-incrustantes marinas y en tratamientos y conservantes de la madera. Dañan los sistemas tiroideo e inmunológico y son potenciales alteradores hormonales.
Bisfenol. Un estrógeno mimético utilizado para hacer productos plásticos claros, duros y reutilizables. También se utilizan en la manufactura de polímeros, fungicidas, antioxidantes, tintes, resinas de poliéster, materiales inífugos, productos químicos de caucho y algunas resinas dentales.
Ftalatos. Son productos químicos producidos en grandes cantidades, que alteran el sistema hormonal, detectados normalmente en las aguas subterráneas, ríos y agua potable, así como en la carne y productos lácteos. En las últimas décadas, alrededor del 95% de la producción de ftalatos se asocia a la industria del PVC. Se encuentra en muchos plásticos y productos de consumo, desde laca de pelo y esmalte de uñas a botellas de agua de plástico y camisetas.
Materiales ignífugos polibrominados. Añadidos a muchos productos, como ordenadores, televisores y telas para la casa, para reducir el riesgo de incendio. También se encuentran en colchones para niños, colchones de espuma, asientos de coche y productos de PVC. Personal de oficina que utiliza ordenadores, limpiadores de hospitales y trabajadores de plantas para el desmantelamiento de material electrónico… están particularmente en riesgo por estos productos químicos. También son estrógenos miméticos que pueden afectar al sistema tiroideo.
Benzopireno. Es un común contaminante alimentario que pertenece a la familia de los productos químicos conocidos como hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP). Deriva de un alquitrán de hulla que penetra en la atmósfera como resultado de una combustión parcial de combustibles fósiles. Se ha demostrado que ocasiona aumento de peso en animales, sin cambios en la dieta. Posiblemente otros HAP tengan efectos similares.
Disolventes. Son productos químicos neurotóxicos como el xileno, diclorobenceno, etilfenol, estireno, tolueno, acetona, tricloroetano, que se encuentran normalmente en muestras de sangre humana. Son necesarios para un gran número de procesos industriales y ampliamente encontrados en adhesivos, pegamentos, líquidos limpiadores, pinturas y rotuladores, perfumes, pinturas, barnices, pesticidas, gasolina, limpiadores y ceras del hogar.
Cadmio. Utilizado principalmente como capa protectora para el acero, en material eléctrico, en baterías de níquel-cadmio y como componente de varias aleaciones. También se encuentra en los fertilizantes de fosfato, fungicidas y pesticidas. El cadmio del suelo aflora a través de las raíces de las plantas y se extiende a las hojas comestibles, frutos y semillas, pasando finalmente a los humanos y animales, donde puede acumularse en los lácteos y en tejidos grasos. Es neurotóxico y un potencial alterador hormonal.
Plomo. Las profesiones que suponen riesgo para los trabajadores en exposición a este neurotóxico son: industrias de fundición, refino y manufactura de plomo, fundiciones de bronce/cobre, las industrias del caucho y los plásticos, soldaduras, recorte y montaje de acero y plantas de fabricación de baterías. Trabajadores de la construcción y empleados de las incineradoras municipales, en las industrias de cerámica y barro, tiendas de reparación de radiadores y otras industrias que usan soldadura de plomo… también pueden estar entre los grupos altamente expuestos.

OBESOGENOS

El sobrepeso y la obesidad, bien es sabido, que son problemas de salud muy actuales y que además van en incremento en la sociedad. En un mundo donde cada año fallecen 2,8 millones de personas adultas como consecuencia del sobrepeso o la obesidad, creo que abordar este problema desde otra perspectiva distinta a la ingesta abusiva de comida es necesario.

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Clasificación de la obesidad

  1. Obesidad exógena: La obesidad debida a una alimentación excesiva.
  2. Obesidad endógena: La que tiene por causa alteraciones metabólicas, y en concreto, asociada a problemas endocrinos (hipotiroidismo, hipogonadismo). Los obesógenos serían una de las causas de este tipo de obesidad.

Obesógenos: visión general

Además del cambio del estilo de vida, otros factores empiezan a tenerse en cuenta en la prevalencia de la obesidad. Son los llamados disruptores endocrinos y más concretamente los obesógenos.

Disrupción endocrina: acción ocasionada por los agentes químicos que afectan al sistema endocrino vía interacción con un receptor, sobre la síntesis o la eliminación de la hormona.

Desde principios de siglo XXI, se ha barajado la posibilidad de que agentes químicos tóxicos ambientales pudiesen contribuir al aumento de la frecuencia de la obesidad en la población. Baillie-Hamilton, en 2002, elaboró una de las primeras hipótesis en relación al tema.

Más adelante, en 2011, salió a la luz un estudio de 3 años que exploraba el papel de la exposición a estas sustancias químicas del medio ambiente en la obesidad, la Diabetes Mellitus tipo II, y el síndrome metabólico, viéndose relación entre todos ellos.

¿A quién afecta más?

Existe evidencia de que durante el embarazo, la exposición de la madre a los obesógenos hace que el feto alcance la mayor vulnerabilidad a su efecto, pudiendo causar una alteración metabólica que lleve a mayor adipogénesis que en niños de madres no expuestas.

Se debe a que los efectos protectores que se encuentran en la etapa adulta (reparación del ADN, sistema inmunológico competente, enzimas hepáticas desintoxicantes, etc.) no están completamente funcionales en la etapas fetal y neonatal.

Asimismo, durante la etapa infantil y la adolescencia, la exposición este tipo de agentes químicos marcará en cierta parte el número de adipocitos que finalmente desarrollemos en nuestra etapa adulta.

Por tanto para aquellos que sois padres o sois jóvenes menores de 20 años, debería ser un aspecto a tener en cuenta. No se puede luchar contra lo que establece la sociedad, pero sí disminuir los efectos que los malos hábitos causan en nuestro organismo.

Algunos ejemplos

Sin duda los más conocidos son:

  • Bisfenol A (BPA), presente sobre todo en los envases de plástico, tuppers, tickets de compra, etc….
  • Nicotina
  • Fructosa
  • Glutamato sódico, utilizado como endulzante y conservante

Genisteína

La genisteína es una isoflavona abundante en la soja y en sus derivados, alimentos que recientemente han experimentado un auge en la dieta occidental como aditivo o componente (tofu, lecitina de soja, etc.). Tiene actividad estrogénica débil y su estructura química es muy similar a la del estradiol, principal estrógeno natural en humanos.

Se han demostrado los efectos beneficiosos de la soja sobre el flujo sanguíneo, sin embargo el exceso provocaría el efecto opuesto. Ingerir más de 25g/día de alimentos derivados de la soja (o que contienen trazas de soja), conduciría a una disrupción con los receptores estrogénicos.

En general, se puede asumir que, dada la amplia exposición a la ginesteína en la población general, y suspropiedades adipogénicas demostradas, este xenobiótico es un buen candidato como obesógeno en humanos.

Y podréis pensar: “yo no suelo tomar soja o derivados”…os invito a mirar la composición de productos envasados, fiambres de pollo, pavo, salchichas, hamburguesas, rollitos de primavera y un largo etcétera.

Bisfenol A (BPA)

Seguramente hayáis oído hablar de los famosos envases “BPA free”. Pues bien, el BPA, aunque desconocido por la mayoría, es muy relevante por su amplio uso en productos industriales y de consumo (tuppers, biberones, tickets de compra, latas, shakers, plásticos de envasado…). No es necesaria su ingesta, sino que el solo contacto con alguno de estos productos es suficiente para elevar los niveles séricos de BPA.

El BPA tiene una estructura química que imita a la hormona natural estradiol, una hormona sexual femenina. Dentro del cuerpo, el BPA se une los receptores de estradiol y activa los receptores de estrógeno, generando una “falsa” orden de cascada hormonal. El estradiol tiene un impacto critico en el funcionamiento y diferenciación sexual, en el funcionamiento de órganos como cerebro, hígado, huesos incluso en la fertilidad de varones y mujeres.
Parece que es el momento de mayor sensibilidad al BPA ocurre en el vientre materno y el 96% de las mujeres embarazadas dieron positivo a BPA en orina en los Estados Unidos. Varios estudios han asociado la exposición BPA con aumento de peso y obesidad, tanto en animales de laboratorio como en seres humanos
Un estudio en cultivo celular descubrió que el BPA incrementa tanto el número de células grasas, como la cantidad de grasa que pueden acumular las células.
Exposición BPA también se ha relacionado con la resistencia a la insulina, las enfermedades cardiovasculares, diabetes, trastornos neurológicos, disfunción de la tiroides, cáncer, malformaciones genitales y muchos más. Me gustaría señalar que no todos los científicos están de acuerdo en que el BPA cause daño. Las autoridades reguladoras en Estados Unidos y la Unión Europea no creen que cause daño, o mas bien dicen que no se puede comprobar. (17, 18, 19). En México no existe regulación alguna para el control de estas sustancias. En el año 2010 que hacía mi maestría,  pedí personalmente informes a SSA y a Instituto Nacional de Salud Pública, y solo de INSP me respondieron que no existen registro alguno en México; ni siquiera existe una entidad regulatoria de esto.
No sé tú, pero personalmente no tengo mucha fe en las autoridades reguladoras. Estas mismas “respetadas entidades” nos dijeron hace un par de décadas que las grasas trans no eran dañinas y que los desayunos saludables consistían en cereal con leche. Mucha gente aún practica esto como un hábito sano.

El BPA en presencia de insulina, activa genes adipogénicos y facilita la diferenciación celular. Muchos de los estudios realizados con este componente llevan a la conclusión que la exposición prenatal y neonatal de BPA en ratones produce obesidad e hiperlipemia asociado a un aumento de la ingesta y una disminución de la actividad física de los roedores.

Además, en un estudio epidemiológico en humanos, la correlación entre los niveles séricos de BPA y la prevalencia de la obesidad y Diabetes Mellitus tipo II es bastante notoria.

Estas sustancias no se sólo se han ligado a la obesidad, sino también a defectos de nacimiento, pubertad prematura en las niñas, demasculinización en los varones, cáncer de mama y varios otros trastornos. Desafortunadamente, muchos de estos efectos ocurren en el útero. Las mujeres embarazadas están expuestas a estos químicos, que cambia la epigenética “programación” del feto, el niño entonces tiene un riesgo mucho mayor de convertirse en una adulto obeso. Ahora hay 20 productos químicos que han sido identificados como obesogenos y las investigaciones sobre el alcance de los daños que producen, continúan reportándose.

Fructosa

Los científicos han demostrado por primera vez que la fructosa utilizada en miles de bebidas y productos alimenticios, puede dañar el metabolismo humano y se encuentra colaborando con la crisis de obesidad.

La fructosa puede causar que las células de grasa crezcan alrededor de órganos vitales (hígado graso) poniéndolos en peligro y es capaz de desencadenar las primeras etapas de la diabetes y de enfermedades cardíacas.

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El metabolismo hace que fructosa se convierta en glicerol activo, que se utiliza directamente para convertir los ácidos grasos en triglicéridos. Todo esto ocurre en el hígado, por lo que el almacenaje de energía derivado de la fructosa puede inducir la lipogénesis.

¿QUIERE DECIR ESTO QUE NO HE DE COMER FRUTA? NO, NO QUIERE DECIR ESO. Quiere decir que hay que evitar alimentos y bebidas con endulzantes de fructosa, por muy “saludables” que los vendan. Algunos ejemplos son la mermelada a base de fructosa, algunas bebidas energéticas, jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), azúcar común y algunos alimentos vendidos en dietas milagrosas (ej. Dukan) como “bajos en azúcar; endulzado con fructosa”.

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Además de lo abordado en las partes anteriores, hay que decir que existen bastantes más obesógenos presentes en la sociedad actual. No es fácil nombrarlos todos, pero algunos más son la nicotina (como fumadores activos o pasivos) o el glutamato monosódico.

Glutamato monosódico (GMS)

La industria alimentaria comercializa y usa el GMS como un potenciador del sabor. El problema viene cuando en cientos de estudios en todo el mundo, se demostró que el GMS triplica la cantidad de insulina que el páncreas crea, causando problemas de Diabetes Mellitus tipo II y obesidad.

La Administración de Fármacos y Alimentos (FDA) de Estados Unidos clasificó al GMS como seguro y la Unión Europea, como un aditivo alimentario; sin embargo, ¿esto se hace por seguridad o por interés?. Recordamos que el glutamato es uno de los principales neurotransmisores humanos, y el exceso de este puede causar adicción a esas tan conocidas hamburguesas, sopas, carnes envasadas o yogures endulzados que “están tan buenos”.

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como veis, en la foto, el glutamato monosódico siguen incluyéndolos en muchos productos del supermercado, en este caso era un bote de salsa de soja.

Organotinas – son productos químicos utilizados como fungicidas y vinculadas al aumento de peso y detonador de hígado graso en ratas de laboratorio.

Las organotinas son una clase de productos químicos artificiales usados para varios propósitos industriales: Uno de ellos se llama tributilestaño (TBT), que se utiliza como fungicida y se aplica a los cascos de barcos para evitar el crecimiento de organismos marinos; desde luego se diluyen en el mar y son absorbidos los seres marinos, incluyendo los pescados que comemos. También se utiliza en algunos sistemas de agua industriales y conservantes de la madera. Muchos de los océanos y lagos están contaminados con TBT.. Algunos científicos creen que el TBT pueden funcionar como disruptores endocrinos (que alteran los ciclos hormonales correctos y saludables de hombres y mujeres) y contribuir a la explosión de obesidad de nuestros tiempos. Varios estudios en ratones, mostraron que la exposición de TBT durante 45 días causó aumento de peso y enfermedad del hígado graso. También hay evidencia que la exposición a TBT en el útero envía señales a células pluripotentes a convertirse en células de grasa, que puede conducir a un aumento significativo en la masa grasa con el tiempo.

¿Afectan realmente tanto?

Obviamente una persona que realiza ejercicio físico habitual y lleva una dieta saludable, no se verá muy afectado por estos agentes químicos. Por otro lado, la exposición a estos agentes químicos en etapas tempranas de la vida puede determinar nuestros factores estrogénicos o el número de células grasas que desarrollaremos en la adultez.

Como siempre la solución a todo esto , es comer lo mas natural posible, carne, verdura/frutas y hortalizas, pescado, frutos secos/semillas , o legumbres  en su defecto. En el caso que se quiera usar alguna salga, o algun snack, refresco etc, deberíamos recurrir a la alimentación eco, habría una gran diferencia.


1. Come productos orgánicos siempre que puedas . Una opción que es poco contemplada es comprar frutas y verduras con las señoras que vienen a muchos mercados de las ciudades y traen y venden productos de sus propias cosechas. La mayoría de ellas no usan pesticidas y químicos.
2. Evita alimentos y bebidas que se han almacenado en recipientes de plástico. Incluyendo alimentos enlatados o en tetrapack. Lamento contradecir a los ingenieros en alimentos, pero ¿cuándo has guardado un guiso, una salsa o un pan en tu refrigerador por meses sin que se descomponga? ¡claro que los alimentos conservados tienen aditivos y químicos extraños a la naturaleza.
3. Utilizar botellas para llevar tu agua que sean de acero inoxidable o calidad aluminio en vez de plástico. Si la lavas, enjuagas y dejas escurrir cada día, estarás tomando una agua más saludable.
4. Para los padres: no alimentar a sus bebés con botellas de plástico. Usar botellas de vidrio en su lugar.
5. En vez de utensilios antiadherentes, uso de hierro fundido, cerámica o acero inoxidable.
6. Usa cosméticos orgánicos, naturales.