A un nivel básico, el problema de los culturistas y Atletas naturales es el particionamiento; es decir, a dónde se dirigen las calorías cuando hay un exceso de las mismas y de dónde provienen cuando ingieres menos. En un mundo ideal, cada caloría ingerida se dirigiría al músculo, y ninguna a las células grasas; ganarías un 100% de músculo y nada de grasa. En el mismo mundo ideal, cada caloría empleada durante una fase de dieta hipocalórica provendría de los depósitos grasos; perderías un 100% de grasa y nada de músculo. Desgraciadamente, no vivimos en un mundo ideal.

Algunos desdichados pueden perder hasta medio kilo de músculo por cada 1-1,5kg de grasa que pierdan durante la dieta. Habitualmente, esos mismos individuos ganarán la misma cantidad de grasa y músculo cuando se sobrealimenten. De esto modo se mantiene el equilibrio del universo. Los individuos más aventajados genéticamente pueden dirigir más calorías hacia el músculo (y menos hacia la grasa) cuando se sobrealimentan, y extraen más calorías de las células grasas (y menos del músculo) cuando hacen dieta. Permanecen magros de forma natural y tienen pocos problemas con la dieta. Pero tú no eres uno de ellos, o no estarías leyendo este artículo.

Al referirse al particionamiento calórico, los investigadores aluden a algo llamado el ratio-P. En esencia, representa la cantidad de proteína que se gana (o pierde) durante la sobre (o infra) alimentación. De suerte que un ratio-P bajo durante la dieta significa que estás usando poca proteína y mucha grasa. Un ratio-P alto significa que estás usando mucha proteína y muy poca grasa. Se puede decir que el ratio-P es más o menos el mismo en todos los individuos; como he mencionado antes, durante la sobrealimentación ganarán aproximadamente la misma cantidad de músculo que la que perderán cuando hagan dieta. Este es otro ejemplo de cómo el cuerpo trata de mantenerse en un estado “normal”.

Por triste que resulte, el ratio-P escapa a nuestro control; es genético en su mayor parte. Quizás podamos controlar en torno al 15-20% del mismo con la dieta y el entrenamiento. Las cantidades suprafisiológicas de ciertas substancias (suplementos) y, por supuesto, los fármacos, pueden también afectar al ratio-P.

¿Cuáles son los factores que determinan el particionamiento calórico? Obviamente, las hormonas son de crucial importancia. Los niveles altos de testosterona poseen efectos positivos sobre el particionamiento (más músculo, menos grasa) mientras que los niveles crónicamente altos de cortisol suponen el efecto contrario (menos músculo, más grasa). La actividad del sistema nervioso y la tiroides afectan no únicamente a la tasa metabólica sino también a la quema de grasas; un sistema nervioso y una tiroides con niveles optimizados implican una mejor quema de las grasas, lo que significa una menor pérdida muscular durante la dieta. También significa menor ganancia de grasa al sobrealimentarse. Desafortunadamente, los niveles de estas hormonas han sido “programados” por nuestra genética; la única forma de cambiarlos significativamente es mediante el uso de suplementos y fármacos. Aparte de eso, no hay mucho que podamos hacer al respecto.

Otro factor que controla el ratio-P es la sensibilidad a la insulina, que se refiere a lo bien o mal que un determinado tejido responde a la hormona insulina. La insulina es una hormona de almacenamiento, que afecta al almacenamiento de nutrientes en tejidos como el hígado, el músculo y las células de grasa. En el mismo mundo ideal, disfrutaríamos de una alta sensibilidad insulínica en el músculo esquelético (pues esto conduciría más calorías hacia el mismo) y una pobre sensibilidad insulínica en las células grasas (dificultando el almacenaje de calorías en las mismas). Esto es especialmente cierto cuando tratas de ganar músculo.

En contraste, durante la dieta, es mejor ser resistente a la insulina (advierte que dos de los más efectivos fármacos para la dieta, la GH y el clembuterol/efedrina producen resistencia a la insulina). Al limitar la cantidad de glucosa que emplea el músculo como combustible, no sólo ahorras glucosa que puede ser empleada por el cerebro, además incrementas el uso de ácidos grasos como combustible muscular.

Resulta bastante probable que la élite genética posea una alta sensibilidad insulínica en el músculo esquelético. Almacenan enormes cantidades de calorías en el músculo y pocas en las células grasas. Sus cuerpos tampoco necesitan segregar tanta insulina tras una ingesta de alimentos.

Sin embargo, los individuos con pobre sensibilidad insulínica en el músculo esquelético suelen sobreproducir insulina, no almacenan bien las calorías en el músculo (en parte es por eso que tienen problemas obteniendo congestión, por el deficiente almacenamiento de glucógeno en las células musculares) y suelen almacenar más efectivamente las calorías en las células grasas.

¿Y qué controla la sensibilidad insulínica? Como siempre, multitud de factores. Uno es simplemente genético, los individuos pueden variar hasta 10 fold en su sensibilidad a la insulina. Otro es la dieta. Las dietas altas en carbohidratos (en especial carbohidratos refinados), grasas saturadas y bajas en fibra tienden a reducir la sensibilidad insulínica. Las dietas bajas en carbohidratos (o que proceden de fuentes menos refinadas), ricas en grasas saludables (aceites de pescado, grasas monoinsaturadas como el aceite de oliva) y altas en fibra, tienden invariablemente a mejorar la sensibilidad insulínica.

Otro factor primordial es el nivel de actividad, que influye en la sensibilidad insulínica de distintas formas. La primera es que la propia contracción muscular mejora la sensibilidad insulínica, facilitando la captación de glucosa por las células. La depleción de glucógeno (recuerda esto, es importante) también mejora la sensibilidad insulínica.

Examinemos los otros factores que controlan el ratio-P. El principal factor de predicción del ratio-P durante una sobre o infralimentación, es el porcentaje graso corporal. Cuanta más grasa corporal transportes, más grasa tenderás a perder al hacer dieta (y menos músculo) y cuanto más magro seas, menos grasa perderás (y más músculo). Lo mismo se aplica a la inversa: los individuos naturalmente magros (no los que han hecho dieta para serlo) suelen ganar más músculo y menos grasa cuando se sobrealimentan, mientras que los individuos más grasos tienden a ganar más grasa y menos músculo al hacer lo mismo.

¿Por qué el porcentaje graso tiene un impacto tan profundo sobre el ratio-P? La cantidad de grasa corporal y la sensibilidad insulínica guardan correlación: cuanto más graso seas, más resistente a la insulina tenderás a ser, y cuanto más magro, más sensible a la misma.

Además, cuanto más graso seas, dispondrás de una mayor cantidad de ácidos grasos como combustible. En general, cuando se dispone de una gran cantidad de ácidos grasos, son empleando preferentemente. Esto ahorra tanto glucosa como proteína. En consecuencia, cuanto más magro te vuelvas, más problemas tendrás, ya que resultará más complicado movilizar los ácidos grasos al tener una disponibilidad limitada. Esto incrementa la dependencia de los aminoácidos (proteína) como combustible.

Pero eso no es todo. El porcentaje graso controla el metabolismo de una manera más profunda que simplemente suministrando ácidos grasos. La investigación científica de los últimos 10 años ha identificado los depósitos grasos como un tejido endocrino por derecho propio, que secreta varias hormonas y proteínas que influyen notablemente a otros tejidos. Quizás la más importante sea la leptina, pero no es la única. El factor-alfa de necrosis tumoral, las distintas interleucinas, la adiponectina y otras substancias liberadas por las células grasas envían señales a otros tejidos corporales que afectan al metabolismo.

LEPTINA: CURSO ACELERADO

La leptina es una proteína segregada principalmente por las células grasas, aunque otros tejidos como el muscular contribuyen ligeramente. Los niveles de leptina guardan correlato con el porcentaje graso corporal, cuanta más grasa tengas también más leptina (nota: los diferentes depósitos de grasa, visceral o subcutánea, exhiben diferentes relaciones con la leptina). A cualquier porcentaje graso dado, las mujeres suelen producir 2-3 veces más leptina que los hombres.

Los niveles de leptina se relacionan además con la cantidad de alimentos ingeridos. Por ejemplo, en respuesta a una dieta hipocalórica, los niveles de leptina podrían caer un 50% en una semana (o menos) aunque obviamente no habrás perdido el 50% de tu grasa corporal. Tras el rápido desplome inicial, existirá un descenso más lento de la leptina de acuerdo a la pérdida de grasa que suceda. En respuesta a la sobrealimentación, la leptina suele aumentar de modo igualmente veloz. En contra de lo que pudieras pensar, parece que la producción de leptina por las célula grasas está determinada por la disponibilidad de glucosa (y no de la ingesta de grasa). De modo que cuando comienzas a extraer glucosa de las células grasas (dieta), los niveles de leptina caen, y cuando dichas células reciben glucosa, aumentan.

Básicamente, la leptina representa dos factores diferentes: la cantidad de grasa corporal que transportas y la cantidad de alimento que ingieres. Es decir, actúa como una señal que indica al resto de tu cuerpo el estado de tus reservas energéticas.

Como la mayoría de hormonas corporales, la leptina tiene efectos sobre la mayoría de tejidos corporales, y se han hallado receptores de leptina en todas partes, en el hígado, en el músculo esquelético, en las células inmunes, en prácticamente cualquier parte que nombres. También existen receptores leptínicos en el cerebro. Pero por ahora, examinemos algunos de los efectos de la leptina en el resto de tejidos corporales.

En el hígado, la leptina suele reducir la secreción insulínica en las células-beta. En el músculo esquelético, la leptina promueve la quema de grasas y el ahorro de glucosa (y por lo tanto el ahorro de aminoácidos). En las células grasas, la leptina puede promover la oxidación de las grasas así como volver a las células grasas algo resistentes a la insulina. La leptina también afecta a la función de las células inmunitarias, por lo que su descenso reduce la capacidad corporal para organizar una respuesta inmune. Esto es parte de la razón por la que enfermas más fácilmente durante una dieta hipocalórica.

LA LEPTINA Y EL CEREBRO

Por razones evolutivas, perder grasa corporal es muy difícil. Para tu cuerpo, volverse demasiado magro constituye una verdadera amenaza para la supervivencia. Desde una perspectiva fisiológica, eso significa que tu cuerpo necesita una forma de “saber” cuanta energía almacenas.

La leptina es una de las principales señales (junto con otras, incluyendo la grelina, la insulina, la proteína YY y Dios sabe cuáles más) que indican al cerebro la cantidad de energía que almacenas y cuanto estás comiendo.

Todas estas hormonas envían una señal integrada hacia un área cerebral llamada hipotálamo informándole de lo que estás ocurriendo en tu cuerpo. Esto produce cambios en varios neuroquímicos como NPY, CRH, POMC, alfa-MSH y otros. Esto produce distintos efectos (la mayoría negativos) sobre la tasa metabólica, los niveles hormonales y el particionamiento de nutrientes.

De modo que la tasa metabólica disminuye, los niveles de la hormona estimulante de tiroides, la hormona luteinizante y la folículoestimulante (TSH, LH y FSH respectivamente) se reducen, lo que implica niveles menores en la tiroides y la testosterona, los niveles de la hormona liberadora de hormona de crecimiento (GHRH) disminuyen por lo que la GH puede verse afectada, la actividad del sistema nervioso simpatético disminuye, los niveles de cortisol aumentan junto con el hambre y el apetito, etc., etc. Lo que sucede en definitiva cuando tratas de reducir la grasa corporal por debajo de cierto nivel es una quiebra total de todos los sistemas.

Quisiera destacar que la disminución de la leptina tiene un impacto sobre el metabolismo corporal mucho mayor que su aumento (salvo que esté aumentando hacia el nivel normal). Es decir, el cuerpo lucha contra una dieta hipocalórica en mayor grado que contra la sobrealimentación. Es por eso que, en términos generales, es mucho más fácil engordar que adelgazar. Por supuesto, existen excepciones, algunos individuos tienen muchas dificultades para ganar peso o engordar. Probablemente sean extremadamente sensibles a los efectos de la leptina, de modo que cuando las calorías aumentan, simplemente queman el exceso sin engordar.

La mayoría de nosotros no somos tan afortunados. Al igual que la sensibilidad insulínica discutida antes, los investigadores probablemente descubran que la sensibilidad leptínica es un factor fundamental en los cambios que la ingesta calórica produce sobre el metabolismo. Alguien con buena sensibilidad insulínica tenderá a permanecer naturalmente magro y lo tendrá fácil durante la dieta; aquellos con peor sensibilidad a la leptina (resistentes a ella) no.

La leptina inyectable es actualmente una quimera, el coste de una dosis efectiva asciende a 900 euros al día (sin mencionar que requiere dos inyecciones diarias). Emplear bromocriptina u otros agonistas de la dopamina parece corregir al menos parte del problema, al enviar una falsa señal al cerebro y haciéndole pensar que los niveles de leptina son normales. En recientes estudios científicos se ha suministrado leptina inyectable a individuos que seguían una dieta, y se ha determinado que la caída de la leptina es una de las principales señales que inician la adaptación a la dieta. Sin embargo, a diferencia de las ratas, inyectar la leptina en humanos no soluciona todos los problemas.

Profundicemos un poco…

Dieta hipocalórica (infralimentación)

Así pues, comienzas la dieta reduciendo los carbohidratos, las calorías o ambos. Los niveles de insulina y azúcar en sangre se reducen. Esto es bueno, permite la movilización de las grasas. Además aumenta la secreción de catecolaminas, incrementando el empleo de las grasas. Los niveles de ácidos grasos en sangre comienzan a aumentar, lo cual promueve la quema de grasas en tejidos como el muscular y el hepático. Este efecto se facilita si depletas el glucógeno muscular y hepático, toda vez que la depleción de glucógeno tiende a incrementar el empleo de ácidos grasos como combustible. Este incremento de los niveles de ácidos grasos en sangre posee además el efecto a corto plazo de producir resistencia insulínica la cual, como he mencionado, resulta positiva durante la dieta porque ahorra glucosa y promueve la oxidación de grasas. Hasta ahora, genial ¿Cierto?

Desgraciadamente, estos eran los efectos positivos. Junto a ellos, ocurren un montón de cosas malas. Aunque la caída de la insulina provoca una mejor movilización lipídica, produce otros problemas. Uno es que la testosterona se unirá mejor con la hormona sexual de globulina vinculante (SHBG), reduciendo los niveles de testosterona libre. Además la insulina es anticatabólica para el músculo, al inhibir la degradación muscular. El incremento de cortisol que ocurre durante la dieta aumenta la degradación proteica y estimula la conversión de proteína en glucosa en el hígado. El cortisol también evita que el aminoácido leucina estimule la síntesis proteica. Junto a eso, la caída en el estado energético del músculo deteriora la síntesis proteica (aunque incrementa la oxidación de ácidos grasos). El mecanismo detrás de estos cambios requiere muchas más explicaciones de las que puedo proporcionar aquí.

Además de eso, los altos niveles de ácidos grasos en sangre deterioran la captación de T4 (hormona tiroidea inactiva) por el hígado. También suceden cambios en el metabolismo hepático que resienten la conversión de T4 en T3 (hormona tiroidea activa). Existen evidencias de que los altos niveles de ácidos grasos en sangre producen resistencia en los tejidos a la propia hormona tiroidea (por ello, limitarse a tomar una dosis extra de hormona tiroidea durante la dieta no soluciona todos los problemas). También se produce una caída de la actividad del sistema nervioso (que puede suceder en plazo tan breve como 3-4 días tras iniciar la dieta). Junto con la caída de las hormonas tiroideas, de la insulina y de la leptina, esto explica gran parte de la ralentización metabólica que sucede. El cambio en el metabolismo hepático (y la reducción de la insulina) reduce además la producción de IGF-1 a partir de la GH.

A la restricción calórica le acompaña un desplome de la leptina, lo cual causa distintos efectos en tejidos como el muscular, el hepático y las células de grasa. Adicionalmente, una hormona llamada grelina (secretada por el estómago en respuesta a la ingesta de alimento) aumentará. La interacción de estas tres hormonas (y probablemente otras) envía una señal a tu cerebro (hipotálamo lateral) indicando que no estás comiendo lo suficiente (advierte que la respuesta no es inmediata, existe un retraso entre los cambios de todas estas hormonas y la respuesta corporal).

Esto produce cambios en varios neuroquímicos como el NPY, el POMC y otros, que envían la señal que activará ulteriores cambios. Los niveles de testosterona caen (junto con el incremento en la unión con el SHBG) y el cortisol aumenta, poseyendo ambos un efecto negativo sobre la masa muscular. Por añadidura a los problemas con la conversión mencionados antes, la producción tiroidea disminuye con el tiempo; ya he mencionado la caída de la actividad del sistema nervioso.

Todas estas adaptaciones sirven a dos propósitos fundamentales. El primero es ralentizar la tasa de pérdida de grasa, toda vez que esto asegurará tu supervivencia el máximo tiempo posible. En la misma tónica, el cuerpo comienza a detener las funciones calóricamente costosas. Esto incluye la síntesis proteica, la reproducción y la función inmune; no tiene mucho sentido mantener ninguna de las anteriores cuando te estás muriendo de hambre. El descenso de la leptina, y los cambios hormonales que ocurren explican en gran parte por qué durante una dieta estricta los hombres suelen perder su impulso (y capacidad) sexual y las mujeres pierden su período.

El segundo es urgir a tu cuerpo a recuperar la grasa de manera acelerada cuando las calorías vuelvan a estar disponibles. Como he mencionado antes, esto es evolutivamente coherente, aunque nos dé por el culo.

Dieta hipercalórica (sobrealimentación)

En su mayoría, las adaptaciones que suceden durante la dieta hipocalórica se revierten durante la sobrealimentación. Aunque depende bastante de la situación. Como he mencionado anteriormente, el cuerpo actúa como un todo, y se defiende de la infralimentación más que de la sobrealimentación; por ello, resulta por lo general más fácil ganar peso que perderlo. Estudios científicos en los que la leptina se ha incrementado por encima de lo normal (para tratar de aumentar el peso en individuos con sobrepeso) por lo general han confirmado esto: salvo en cantidades masivas, elevar la leptina por encima del nivel normal tiene escaso efecto.

Existen razones para esto. Una teoría es que los niveles normales de leptina envían, en esencia, una señal del 100%, indicando al cuerpo que todos los sistemas funcionan normalmente. Parece claro que elevar la leptina por encima del 100% no hará demasiado. Otro problema es algo a lo que he aludido antes: la resistencia a la leptina. Se cree que hay gente con diferentes grados de resistencia a la leptina, lo que significa que no responden a la leptina como debieran. Además, cuando los niveles de leptina aumentan, parecen estimular la resistencia hacia sí misma. Es decir, cuando la leptina aumenta y permanece elevada, hace que tu cuerpo sea reacio a sus efectos.

Ambas teoría tienen sentido evolutivo. Tu cuerpo no desea volverse magro, pero no le importa engordar. Si hay calorías disponibles todo el tiempo, tendría poco sentido hacerte sentir saciado y/o comenzar a quemarlas. Esto es lo que sucedería si eres extremadamente sensible a la leptina. De modo que los niveles altos de leptina inducen su propia resistencia, manteniéndote hambriento y comiendo mientras haya alimento disponible.

Pero en realidad no estamos hablando de elevar la leptina por encima de lo normal, sino de revertir o prevenir su descenso durante la dieta. En esta situación, muchas de las adaptaciones anteriores se revertirán en un grado u otro (dependiendo de lo magro que seas y el tiempo que lleves sobrealimentándote).

De modo que incrementas las calorías y los carbohidratos. Esto eleva el nivel de glucosa e insulina en sangre, revirtiendo la unión de la testosterona con la SHBG; el cortisol también disminuye. Con el aumento de carbohidratos se incrementa el glucógeno muscular y hepático. En el músculo, aunque esto reduce la oxidación de las grasas, también mejora la síntesis proteica (junto con el aumento de la insulina y la testosterona y la reducción del cortisol).

Por supuesto que, al aumentar la insulina, se reducen las concentraciones de ácidos grasos en sangre, lo que mejora la sensibilidad insulínica. La sensibilidad insulínica en el músculo esquelético es potenciada aún más por el ejercicio.

El descenso de los ácidos grasos en sangre, y los cambios en el metabolismo hepático, mejorarán tanto la captación como la conversión de T4 en T3; además existirán mejoras en la actividad del sistema nervioso, lo que ayudará a aumentar el metabolismo.

Y naturalmente, todo el resto de adaptaciones centrales que ocurrieron durante la dieta hipocalórica, serán revertidas en algún grado durante la sobrealimentación. La leptina aumentará (aumenta a mayor velocidad que la recuperación de grasa) así como la insulina, mientras que la grelina se reducirá. Esto indica al hipotálamo que estás comiendo otra vez, y muchos de los cambios son revertidos. De modo que el NPY, CRH, POMC y el resto vuelven a la normalidad, ayudando a normalizar todas las hormonas que fueron desequilibradas anteriormente.

Estas adaptaciones deberían limitar la ganancia de grasa, y eso es lo que sucede, de manera muy limitada. Pero como ya se ha dicho, el cuerpo es más efectivo evitando la pérdida de peso que su ganancia.

Resumen

Conjuguemos las dos secciones anteriores en una sola tabla para que resulte más fácil su examen.

Sobrealimentación Infralimentación
Calorías Aumenta Disminuye
Proteína Aumenta o sin cambio Sin cambio o Aumenta
Ingesta CH/Grasa Aumenta Disminuye
Insulina Aumenta Disminuye
Testosterona total Aumenta o sin cambio Disminuye
Testosterona libre Aumenta Disminuye
Hormona crecimiento Aumenta Aumenta
IGF-1 Aumenta Disminuye
Tiroides (T3) Aumenta Disminuye
Catecolaminas Disminuye Aumenta
Cortisol Disminuye Aumenta
Leptina Aumenta Disminuye
Grelina Disminuye Aumenta
Estado de energía celular Aumenta Disminuye
Síntesis proteica Aumenta Disminuye
Nivel de grasa corporal Aumenta Disminuye
Masa muscular Aumenta Disminuye
Efecto neto Anabolismo general Catabolismo general

Ahora puedes comprender con cierto detalle los problemas implicados, en especial para los individuos genéticamente promedio. La infralimentación es necesaria para la pérdida de grasa pero siempre tendrá un impacto negativo sobre la masa muscular. Y desencadena diversas adaptaciones que dificultan la pérdida adicional de grasa. La sobrealimentación es necesaria para ganar músculo pero siempre tendrá un impacto negativo sobre el porcentaje graso. Sin embargo, puede revertir la mayoría (sino todas) de las adaptaciones que ocurren durante la dieta deficitaria.

Una nota final sobre la leptina

Espero que las secciones anteriores te hayan percatado de que existen muchas adaptaciones al margen de la leptina. Se trata de una respuesta integral que involucra adaptaciones en la leptina, la insulina, la grelina, los ácidos grasos, el hígado, las células grasas y el músculo esquelético, y probablemente factores que aún no han sido descubiertos. Esto probablemente explique por qué inyectar leptina en humanos sujetos a dieta sólo revierte algunas pero no todas las adaptaciones.

Por ejemplo, inyectar leptina podría solucionar problemas con la TSH (y la producción tiroidea) pero no enmendará los problemas de conversión que suceden en el hígado. De modo similar, aunque inyectar leptina normalizará la producción de LH y FSH, no corregirá el problema con la unión de testosterona causada por la reducción insulínica. Te preguntarás ¿cuál es la solución?

La solución: Dietas cíclicas

En las dietas cíclicas se alternan períodos de baja ingesta calórica con otros de alta ingesta calórica. De esta forma, alternas entre períodos de bajas calorías/carbohidratos con otros de altas calorías/carbohidratos, para oscilar entre fases de catabolismo (degradación de tejidos) y anabolismo (construcción de tejidos).

Hace muchos años, cuando comencé a relacionar la leptina con todo lo demás, advertí la necesidad de realizar realimentaciones periódicas durante una dieta (refeeds, días trampa o como quieras llamarlos). Es una de las razones por la que la dieta Body Opus funcionaba tan bien (Nota del T.: Sistema creado por Dan Duchaine, precursor e inspirador de la UD2): al forzar una alta ingesta de carbohidratos y calorías durante dos días, no solamente rellenas el glucógeno muscular generando posiblemente una respuesta anabólica, probablemente revertirás algunas de las adaptaciones inherentes a la dieta.

En estos años, han aparecido diversos sistemas. En general, las realimentaciones breves de 5 a 24 horas de duración se han empleado con frecuencia durante la dieta. He probado todas. La dieta Body Opus perseguía esta meta, alternando 5 días de calorías bajas/dieta cetogénica con 2 días altos en carbohidratos. Otros enfoques han empleado un esquema similar.

Uno de los factores en los que más me he detenido es la duración de la fase de realimentación. Aunque es cierto que 5 (12 o 24) horas de sobrealimentación concentrada elevarán la leptina, la pregunta más importante es si esto resulta suficiente para indicar al cerebro que estás alimentado. Aunque no existen datos (al menos con humanos) mi conjetura es que no.

Existe un desfase de muchos días entre la caída de la leptina y la caída de la tasa metabólica (actividad del sistema nervioso). Por ejemplo: Estaría sorprendido si unas meras 12 o 24 horas fueran suficientes para revertir esto. Más bien, esperaría una cantidad de tiempo similar para que ocurra el efecto contrario.

Ahora bien, con estos no pretendo decir que las realimentaciones breves no sean beneficiosas. Reponen el glucógeno, detienen el catabolismo y podrían inducir una respuesta anabólica. Además te permiten comer algo de esa comida basura que ansías, lo que ayuda psicológicamente. Pero dudo que sean suficientes para afectar demasiado al metabolismo. Una realimentación más larga es necesaria en su lugar. La contrapartida, por supuesto, es que las realimentaciones más prolongadas tenderán a hacer recuperar rápidamente la grasa perdida, lo que se opone al objetivo de la dieta.

Otro problema con muchos sistemas cíclicos es que no coordinan el entrenamiento con la dieta. Body Opus era una excepción pero, por varias razones, creo que su plan de entrenamiento era algo demente. De algún modo estaba invertido, colocando los entrenamientos de tensión los días bajos en calorías y CH (cuando no eres muy anabólico) y las sesiones de depleción de glucógeno antes de comer mucho, lo que juzgo erróneo.

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