El concepto de especificidad de la prescripción de ejercicios es un fundamento de larga data y ampliamente aceptado en las ciencias del ejercicio. Simplemente, el principio sostiene que las adaptaciones de entrenamiento se logran en relación con el estímulo aplicado. Es decir, la manipulación de variables de entrenamiento (por ejemplo, intensidad o carga, modo, volumen y frecuencia) influye directamente en el estímulo de entrenamiento agudo y, por lo tanto, la respuesta adaptativa a largo plazo (Bird et al., 2001, 2005). Si trasladamos este concepto a la práctica entonces podríamos recomendar que el ejercicio se prescriba específicamente a los resultados deseados, y cuanto más de cerca se logre esto, mayor será la ganancia en rendimiento. Sin embargo, las adaptaciones cardiovasculares y metabólicas tradicionalmente asociadas con los tipos de entrenamiento a distancia larga y lenta, obtenidas de manera similar usando métodos de entrenamiento de alta intensidad (ver Gibala et al., 2012), destacan la comprensión de la fisiología subyacente como primordial para el diseño efectivo del programa de entrenamiento. Otros factores como una enfermedad, el sueño y la psicología también influyen en el estímulo del entrenamiento (Halson, 2014) y deben ser manejadas con una recuperación apropiada después del ejercicio para continuar las mejoras en el rendimiento y reducir el (overtraining) sobre-entrenamiento y con ello los riesgos de lesión del atleta (Kenttä y Hassmén, 1998)

A pesar del énfasis que se pone en la especificidad en la aplicación del estímulo de entrenamiento deseado, cabe destacar que este concepto recibe menos atención dentro de la literatura de recuperación post-ejercicio. De hecho, la mayoría de las estrategias de recuperación están diseñadas para tratar solamente los síntomas de los músculos inducidos por el músculo “dañado” por el embotamiento de respuestas inflamatorias asociadas con trastornos en la integridad estructural de la musculatura ejercida o implicada directamente (Minett y Duffield, 2014). Ya sea a través del estilo de vida (por ejemplo, recuperación activa, sueño), como factores fisiológicos (por ejemplo, aplicación de hielo o frio post-ejercicio, masaje, compresión) o intervenciones nutricionales y farmacológicas (por ejemplo, suplementos, medicamentos antiinflamatorios, esteroides anabólicos), estas técnicas comunes de recuperación apuntan a acelerar la regeneración por debajo de la unión neuromuscular con consideración limitada para otros mecanismos causales (Minett y Duffield, 2014). En este patrón deberíamos tener en cuenta numerosos factores indirectos como el ejercicio bajo condiciones ambientales variables (por ejemplo, temperaturas calientes frente a temperaturas termo neutras) y contextos (por ejemplo, episodios aislados vs. repetidos, pretemporada vs. competencia), es muy probable que todos los enfoques para la recuperación después del ejercicio contribuyan a contrastar los informes sobre la eficacia de muchas técnicas. Si bien estas preocupaciones podrían indicar la necesidad de una mayor comprensión de las demandas mecánicas de las tareas de ejercicio específico y los protocolos de recuperación post-ejercicio para ser adecuadamente comprendidas, son de gran importancia en situaciones aplicadas donde la mala adaptación al estímulo físico puede ser el resultado de prácticas de recuperación inadecuadas (Kenttä Y Hassmén, 1998).

La narrativa de investigación que rodea el enfriamiento post-ejercicio para la recuperación refleja este punto. Los beneficios propuestos de las intervenciones de enfriamiento agudo en la recuperación después del ejercicio se refieren a la vasoconstricción periférica centralizando el volumen sanguíneo lejos de la musculatura ejercida (Bleakley y Davison, 2009), un derivado del uso del hielo como tratamiento terapéutico de lesiones de tejidos blandos. Esto se propone para beneficiar la eliminación del metabolito, la expresión bioquímica del daño, la inflamación, la hinchazón y el dolor (Bleakley y Davison, 2009; Costello et al., 2013). Mientras que una serie de metanálisis muestran una considerable variación en la efectividad del enfriamiento post-ejercicio en la optimización de la rentabilidad del desempeño (por ejemplo, la fuerza, el salto y las variables de sprint, también el ya estudiado factor de rigidez muscular, que aumenta que es aumentado con la aplicación del hielo) (Bleakley et al., 2012, Poppendieck et al. Al., 2013), se destaca la evidencia de una desconexión entre el aumento de los marcadores de daño muscular basados ​​en la sangre y la recuperación de la producción de la fuerza neuromuscular (Pointon et al., 2012; Minett et al., 2014). Podría razonarse que la naturaleza indirecta de las expresiones bioquímicas de las variables comunes reportadas durante la recuperación (por ejemplo, la creatina quinasa) no necesariamente refleja de manera directa la función neuromuscular concurrente, aunque al menos cuestiona la lógica tradicional del uso del enfriamiento post-ejercicio y el cómo influye en la recuperación del rendimiento. Además, estos informes dan fuerza al argumento de que la razón fisiológica para el enfriamiento posterior al ejercicio es limitada y que cualquier influencia ergogénica refleja un efecto perceptual o placebo (Broatch et al., 2014).

 

Independientemente de si el enfriamiento posterior al ejercicio beneficia la recuperación a través del tratamiento del daño muscular inducido por el ejercicio o por otros medios, la especificidad de la administración de esta intervención se convierte en clave. Los cambios más pertinentes en la dinámica circulatoria y el metabolismo muscular como resultado del enfriamiento posterior al ejercicio parecen contrastar las necesidades de flujo sanguíneo requeridas para la síntesis de proteínas musculares y la adaptación posterior del entrenamiento (Vaile et al., 2011; Yamane et al., 2006, Fröhlich et al., 2014). Roberts et al. (2014) sugirieron recientemente que la mayor capacidad de trabajo lograda mediante la recuperación de inmersión en agua fría después del entrenamiento de resistencia podría facilitar adaptaciones crónicas ventajosas (Minton, Et al., 2014). Sin embargo, en contraste, las interacciones entre el uso de las recuperaciones con enfriamiento post-ejercicio y la adaptación al entrenamiento pueden ser específicas del ejercicio, con resultados tanto positivos (Halson et al., 2014) como negativos (Fröhlich et al., 2014) depende del individuo. Por ejemplo, es altamente especulativa, la posibilidad de plantearse la hipótesis de que la regulación positiva de la expresión de PGC-1α y la producción de óxido nítrico después del enfriamiento después del ejercicio podría estimular la translocación de GLUT4 y la captación de glucosa muscular (Ihsan et al., 2014) aumentando así las expresiones de mRNA de Genes asociados con el metabolismo celular y la biogénesis mitocondrial logrado a través del ejercicio de resistencia (Mahoney et al., 2005). Del mismo modo, a medida que el entrenamiento de resistencia hace hincapié en diferentes vías, la mala adaptación reportada podría ser resultante del retraso en el suministro de aminoácidos con cambios en el flujo sanguíneo (Biolo et al., 1995), o la alteración de la actividad de los macrófagos y menores concentraciones del factor de crecimiento como consecuencia de la aplicación en frío Et al., 2011). Sin embargo, esto apunta a la necesidad de hacer coincidir los mecanismos de estímulo y recuperación del entrenamiento para evitar resultados desfavorables.

El tema de la recuperación post-ejercicio y de su capacitación ha sido el foco de atención reciente tanto en narrativa (por ejemplo, Nédélec et al., 2013; Minett y Duffield, 2014) como en revisiones sistemáticas (por ejemplo, Bleakley et al., 2012; Bieuzen et al., 2013, Costello et al., 2013, Poppendieck et al., 2013). Si bien estas publicaciones detallan los efectos fisiológicos, perceptivos y de rendimiento durante la recuperación, la discusión en cuanto a la especificidad y el contexto dentro del cual se aplican mejor las intervenciones es limitada. Se debe hacer hincapié en la adecuación de las necesidades de recuperación (por ejemplo, sistemas celulares frente a sistemas específicos, o ambos) con los afectados por cualquier enfoque de recuperación particular. Como se ha visto con los recientes estudios de capacitación enfocados en el uso de recuperaciones de enfriamiento después del ejercicio (Fröhlich et al., 2014, Halson et al., 2014), las adaptaciones crónicas se ven afectadas por las opciones de recuperación. En el caso del ambiente deportivo de élite donde los cambios pequeños a menudo representan una diferencia significativa para los resultados de rendimiento, las decisiones informadas que rodean el contexto de la recuperación después del ejercicio (por ejemplo, tiempo, frecuencia, modo de ejercicio) son de suma importancia. Las áreas para futuras investigaciones incluyen la consideración de las respuestas individuales a los métodos de recuperación específicos, la influencia de la preferencia o percepción de los atletas y la necesidad de vincularlo a las prácticas aplicadas donde el desempeño de habilidades específicas de deporte, psicología y usabilidad son tan valiosos como el cambio fisiológico.

 

Referencias

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